Entrevista a Hurón Magma + muestra poética

Por Ricardo Herrera.

Hurón Magma nació en Lago Ranco, en 1961. Ha publicado Palomas de Lluvia (1985), Bajo otro Cielo (1987), El Árbol de los Sueños (1998), Los Cuentos de Ariadna y otros Poemas (2009) y Si Mañana Llueve (obra escogida) (2018).

Su poesía se inscribe dentro de una tradición donde el paisaje del sur y los elementos de lo cotidiano conviven con la denuncia política y el mito. Considerado una de las voces más importantes de la actual poesía de La Frontera, Revista Elipsis conversó con Hurón sobre sus orígenes, el Temuco de los años ochenta, sus filiaciones literarias. Estas son algunas de sus respuestas.

Hurón, cuéntanos cómo fue el proceso de escritura de tu primer libro Palomas de lluvia (1985), un libro tan íntimo y político al mismo tiempo. Eso por un lado. Por el otro, nos gustaría saber cómo fue su recepción en términos de audiencias más que de crítica (si es que la que hubo en un tiempo de prevalencia del crítico único en la figura de Valente).

Todo empieza con un sueño. Desde niño me interesó la poesía. Cuando llegué al liceo A-28 don Daniel Rodríguez, quien era rector, me prometió ayudarme a publicar cuando yo estuviera preparado. El año 1985 ingresé a la carrera de castellano en la U.C. Daniel Rodríguez era secretario general de esta y un día fui a su oficina a cobrarle la palabra. Me pidió lo que tenía escrito y a los días me llamó y me dijo: “esto tienes que compartirlo con todo el mundo”, y mi poesía entró a las prensas de la universidad. La emoción de tener mi primer libro solo la entienden quienes han vivido esta experiencia.

La década del 80 para mi poesía, en Temuco y en algunas comunas cercanas, fue maravillosa. Recuerdo una anécdota: ese libro se lo entregué a Jorge Teillier en una de sus visitas a Temuco. Luego de leer algunos poemas se levantó de la mesa y regresó con ese libro azul donde aparece sentado en los rieles de la estación de trenes de Lautaro. Obviamente hablo de Muertes y maravillas. En su interior escribió: “para Hurón lleno de luz cavando hacia la luz”.

Había conocido a Jorge a principios de los ochenta, en un encuentro de escritores que se realizó en Temuco donde asistieron poetas como Parra, Lihn, Quezada, Pérez, y el gran Georch, como le decían algunos cercanos. En esa oportunidad le entregué unos poemas anillados con tapas azules con el título “Vértigo Azul”, donde anoté el número de teléfono de mi casa. Al año siguiente me llama y me pide que nos juntemos en el Hotel Continental, donde se encontraba conversando con Guido Eytel. En esa ocasión fue que me regaló su famosa antología de 1971, publicada por Universitaria.

La memoria: modelo para armar, es un libro de Soledad Bianchi que reconstruye la historia de los grupos literarios de los años 60 y 70 en Chile: Tebaida, Arúspice, Escuela de Santiago, América, La tribu NO, Trilce, a través del diálogo con sus protagonistas. De Temuco, se refiere al grupo Espiga de Iván y Hugo Carrasco, de Yosuke Kuramochi. Pero poco se sabe de la década posterior  a los setenta (salvo algunos intentos de Ibáñez y Manosalva en Punman, del 2013). Sería interesante que intentaras reconstruir el tiempo y contexto cultural en que tú te mueves como escritor, en esos años ochenta; que te refieras a cómo era “la sociedad literaria” de la época, que escritores frecuentabas, qué libros circulaban, qué se hacía y qué se leía en el Temuco de entonces.

Era el tiempo del susto, quizás agarrábamos la cola del tiempo de las utopías y leíamos a los simbolistas franceses, a Hesse, sin dejar el Canto General de Neruda, a Enrique Lihn, al citado Jorge. En ese tiempo el rin de la poesía y el canto eran las peñas o los actos culturales en universidades, juntas de vecinos, bibliotecas públicas.

Solía juntarme con el poeta Bernardo Reyes, con Elicura Chihuailaf y algunas veces con Luis Riffo o Tadeo Luna, en el Moise, un bar histórico de Temuco o en el Chinito bar cerca del cementerio.

Yo me había formado en el taller Pewán del liceo A-28, donde conocí a otros jóvenes poetas que en el tiempo han sido compañeros de ruta. También fueron importantes dos profesores que me mostraron el camino con lecturas y consejos, hablo de Gloria Inostroza y Juan Luis Nass.

Después en la UC en el taller Zeugma, dirigido por Yozuke Kuramochi, con el que aprendí, o empecé a aprender, a construir catedrales con un fósforo.

En 1987 viajas a Cipolleti, Argentina, invitado a un festival de poesía. A tu regreso publicas Bajo otro cielo. ¿Nos podrías hablar de ese viaje y ese texto inencontrable?

Me invitaron a un festival de poesía en Cipolleti  donde participé en lecturas, junto a otros escritores, en liceos y en la Universidad del Comahue. Antes de participar en la lectura solitaria en la U, el Departamento de Cultura de la Municipalidad de Cipolleti, dirigida en ese entonces por la escritora Amelia Lacuentegui, me propuso hacer un pequeño libro con poesía política. Acepté y nació Bajo otro cielo, que llevaba 15 poemas. Al llegar a Chile el libro se difundió en actos culturales, peñas, entre los amigos y escritores. Es un libro perdido, ni siquiera yo guardo un ejemplar, lo que no es nuevo que le pase a un poeta.

Bajo otro cielo es un libro perdido, ni siquiera yo guardo un ejemplar, lo que no es nuevo que le pase a un poeta.

Tu tercer libro El árbol de los sueños (1998), es presentado por Elicura Chihuailaf, en un tren a vapor. Cómo surge esa idea y cómo fue esa experiencia.

Ese año había publicado El árbol de los sueños  y mis amigos poetas  Bernardo Reyes y Elikura Chihualaf  me propusieron presentarlo en El tren de la poesía, iniciativa del Departamento de Cultura de la municipalidad que reunía a escritores de todo el país en un viaje de camaradería que podía terminar en Lautaro, Gorbea o Nueva Imperial, dependiendo si se viajara más al norte, al sur o hacia la costa de Temuco. En esos viajes se vivía un ambiente fraterno de conversación que luego derivaba en una comida y lectura en el lugar de destino.

En esos viajes [en tren] se vivía un ambiente fraterno de conversación que luego derivaba en una comida y lectura en el lugar de destino.

En tu poesía son recurrentes elementos de lo cotidiano y el paisaje  del sur, pero en Los cuentos de Ariadna y otros poemas, del año 2009, aparece el mito y lo fantástico en la figura de esta mujer que nos remite a la tradición griega. En relación a eso quisiéramos saber cómo surge, en primer lugar, la idea de incorporar estos nuevos elementos a tu poética (el mito y lo fantástico) y qué representa Ariadna dentro de este imaginario.

Yo creo que las lecturas inciden en tu trabajo literario, siempre dejan huellas, y en ese tiempo leí mucha mitología griega, me fascina también el cine épico, el haikú japonés, la literatura mapuche que conozco, vivo además cercano a comunidades indígenas, mi pareja es mapuche entonces soy parte de ese mundo mitológicamente rico y maravilloso.

Finalmente, ¿qué le dirías a un poeta que recién comienza?

Que lea, que no abandone la belleza de ser libre, de mirar más allá de sí mismo, de escuchar a los árboles cuando nos dicen que lloverá pronto porque el viento entumece sus raíces.


Si llueve

Si llueve
si mañana llueve
te esperaré en los pinos
con mis manos de agua
con mis ojos de espejo.

Si llueve
si el sábado y el domingo llueve
nos quedaremos en casa
y no iremos a misa.

Si llueve
si algún día llueve que no sean tus ojos
que no sean los míos.

Puede ser que esta tarde

Puede ser que esta tarde
al cruzar la plaza del pueblo
tome tu mano
y descubra entonces que aún los árboles
tienen pájaros en sus ramas,
puede ser además
que mi mano se pierda en tu pelo
y tu mirada se cierre como antes
y tu boca se deforme en silencio
y tu cuello comience a girar
como la cintura de una gitana
y tu cuerpo se llene de ríos
y cascadas que retumban llenas de peces.

Bajo la lluvia

Bajo la lluvia
los sabios y los más jóvenes
rogábamos por ti, Ariadna,
el humo de los dioses se trepaba en nuestros ojos,
el bosque era entonces sordo,
no escuchaba el lamento del fogón,
no escuchaba mis lágrimas sobre las hojas
de un junio largo.

La tarde del trece de junio

La tarde del trece de junio
del año de nuestro Señor
conversé con el viento mañana y tarde
y mientras él movía las lenguas de fuego
conversamos en la noche
y él me habló de los secretos del bosque,
de la bruma mágica de la mañana,
de sus impenetrables secretos,
del aroma de sus hierbas milenarias.
Me habló del árbol padre,
del árbol de la memoria,
ese que no olvida su sombra,
ese que cautivó a Ariadna
con su lenguaje vegetal

Verano

Me derrumba el olor de las ciruelas
secándose en el techo de la casa.

Pequeña historia

La casa de las brujas no tiene color
pero un jinete de capa negra
cabalga por sus pasillos
espada en mano.
Afuera de la casa sin color
todo es verde
y una niña de cabellos rojos
corre descalza por el bosque.

Por un momento

Si me dejas por un momento ser el guerrillero de antes
cuando mi nombre era otro
y me mandabas una carta con una bala en su interior
para protegerme de la angustia,
en ese entonces
el vino era un refugio al sur de la ciudad
debajo del cerezo que aún nos espera,
en ese lugar sagrado
abríamos el corazón como a una vaina
y desgranábamos los sueños sobre la mesa.