Cinco poemas de Ulises de los Monicongos

quería cantar a la vida
sentarme frente a los árboles y escribir algo que no fuera terrible
pero parece que el mundo está plagado de malos sucesos

ha pasado el rastrillo del monstruo sobre nuestras cabezas
y todos temblamos temiendo ser elegidos
pero el anuncio pide una joven víctima

fue una amiga de mi madre
y casi un año atrás estuvo en su entierro
hoy es despedida
en una alicaída ceremonia evangélica
trayéndome recuerdos que deseo extraviar

los niños del jardín infantil se aburren en los asientos
ellos no entienden aún lo irreparable de la muerte
su maestra se encuentra encerrada en el ataúd
pero los pequeños sienten sueño y lloran
quisiera estar en su mismo estado de inocencia
para no pensar nunca más en estas cosas
sin embargo cae la lágrima y surge el horror
¿cuándo llegará mi turno?

la tía Sandra se fue al otro lado
mientras un pueblo entero llora
desde aquí le mando saludos a mi madre
sé que no hay lugar
pero si lo hubiera allí estarán
chismeando a los todavía vivos
y cantando mazapán a los angelitos

 

 


 

vendrá el momento cuando queramos volver a las casas de nuestra infancia
a jugar con los gatos que desaparecieron
desearemos regresar al pequeño pueblo
y andaremos buscando los cuadernos de poemas
para releer por última vez nuestros fracasos

se acercarán a nosotros los predicadores
anunciando el mundo del más allá
pero sabremos la verdad

un día soñaré hacia atrás
con las ideas que he perdido
con los libros que jamás escribí
y miraré las calles de Peñaflor y Barros Arana con nostalgia

y caminaré por cerros y ríos
y ansiaré retornar a mi familia
y a las ciudades donde fui feliz
pero se apagará mi voz interior
luego de este sueño largo
de objetos inconclusos
y recriminaciones finales

serán la noche y el día al mismo tiempo
y no podré huir de la cama dura en la que todos descansaremos
hasta que nuestros huesos sean las piedras del suelo
y volvamos al polvo de donde nos formaron

 


 

(…)
Peñaflor
cuna de poetas malísimos
fuiste también mi primera morada
y entre tus calles hechas de hojas anduve enamorado
así me introduje en los caminos de la escritura
y terminé asumiendo el mismo destino de mis antecesores
pero el pueblo ya no me es hogar
ni la casa que fue mi casa es mía
otros viven, otros ríen y mis gatos ya no rondan esos techos
no hay nada en ti que me haga volver
porque conocí a tus bardos y me sangraron los ojos
los poetas de mi pequeña aldea son los peores
ni un verso suyo podría nombrar digno de la poesía

los peñaflorinos solo somos mancebos sin letras
amansadores de caballos, músicos y bailarines de folclor

mas, yo me creo y soy la salamandra inmortal
que afloró desde una casa de huasos flaites
donde me despreciaron de la misma forma en que lo hicieran los buenos poetas
en esa morada los libros servían para encender el fuego del asadito
cuando era domingo y jugaba el colo colo
pero ahora mis palabras son las que arden
y mis parientes han seguido el ejemplo de los caídos
murieron todos los de esta casa
estoy solo pero rodeado de mil cervezas
que me observan temerosas
porque dicen que he perdido la cabeza
pero aquí estoy
tomando
tomando como loco
tomando como una jauría de curaos sin amanecer

y bailo sobre sus tumbas despobladas rimadores
bebiendo el vino de la celebración maldita
pues bajo mis pies están los verdaderos contrincantes
esos que me creyeron uno más entre ellos
pero infame les derramo bacinicas de viejos borrachos en los epitafios
entonces voy y transformo sus poemas que tengo guardados
para que parezcan míos
porque junto a mi no perecerán
(…)


 

después de todo me preguntan cosas sin sentido
si acaso soy feliz, si por casualidad me siento bien
yo los miro con extrañamiento y respondo negativamente
pero siguen molestando con sus afirmaciones
y dicen:
nadie puede estar triste tanto tiempo
deberías salir y mirar a los pájaros bajo el sol
olvida la poesía y salgamos de paseo

no sé porqué les permití entrar a mi casa
pero por su conversación inútil
lo he entendido
hay débiles que no tenemos nada que hacer
sino sentarnos en una silla y echarnos llorar
ordenar una y otra vez los libros cuando estamos solos
y leer fragmentos aleatorios en poemas que olvidaremos

se van y por fin puedo sentarme
sacarme los zapatos y rascarme los pies
respirar el agradable silencio
y prepararme para escribir una vez más

 


 

he vuelto a mi pueblo natal
y todas las puertas están cerradas
la viejita que barría las calles ha muerto
y el camino es un barrial de hojas que no dejan de caer
esta es la poesía verdadera, me digo
nada más un desperdicio que nadie recoge

 

 


Ulises de los Monicongos (Peñaflor, 1995). Actualmente vive en la región de la Araucanía. Pertenece a la Tríada Severlaísta. Fundador de Revista Kuma, Revista Falsa y Revista Bruta. Colaborador en la Revista Ruina. Forma parte del grupo editorial de Ediciones Kuma. Ha publicado los libros «Poesía a media asta» (2019), «Eclesiastés 7.15» (2020) y prepara el libro de poesía «Romanos 3.16».