Deberes escolares
No se agosten las pálidas mejillas
Antes de que un ojo guardián bañe su palidez,
arranco del mundo pedregoso alguna que no pida
aferrarse a una piedra, las llevo a casa otra vez,
casa transparente para bendecirlas. Asfixiando a las Elbertas,
si es que no a las Albertinas con la hirviente y abundante
dulzura de mi cariño, añado un poco de malicia, alguna escena
picaresca y revuelvo y cierro la tapa del jarro del amor acezante.
Allí se quedan congelados, allí pueden quedarse hasta
que, en el hambre por algo nuevo del corazón de jade,
del mundo caprichoso, queden consumidos. Pero, oh: basta,
lo sé, yo sé que, grande o humilde, son las artes
las que en su impotencia no pueden salvar sino un par de egos
con esos disfraces del tiempo y sus garras implacables,
y aun así, como un Proust transpirado estos duraznos en vinagre
guardo en el mueble de la despensa, aunque le pese al tiempo.
Finales
Segunda parte
Poniendo el V.C.R. al momento de ir a la cama
para grabar una película de noctámbulos, alguna joya que hayamos
perdido siempre dejamos, para un algo inesperado,
media hora extra. (Los dioses nocturnos de la pantalla cuadrada
son implacables con los espectadores atrapados en su piedad).
La vemos al otro día, y con paciencia, después de hallar
a la estrella del film, a los secundarios y los motivos,
con su propio tiempo y lugar, su voluntad y sus destinos,
escuchando en nuestro interior el click del candado de la empatía,
viendo a las fuerzas reunirse, al mundo que no cedería
contra el corazón que tampoco, el campo minado de nuestro deseo
listo para otro desear, listo para dejarnos el paso abierto.
Las sobras de la ensalada quedarán saladas con mis lágrimas que caen
y la risa me aguanta las ganas de ir al baño durante los comerciales.
Pero como un coágulo se diluye en la claridad una oscura fortuna
tal vez caiga sobre la pantalla; la película empezó después de la una.
Dividida por un final que ilumina todo lo que pasó
esclareciendo el significado de lo que dijo el autor,
incapacitada mental y sentimentalmente, grito agitando los brazos,
«¡Noooooo! ¡Tengo que ver como terminaaaaa!, ¡Yo los matooo!»
Porque díganme qué es la historia sino el alivio del dolor
de lo inconcluso, del sinsentido y el terror.
Mentes que despegan en silencio buscan en el espacio–
cuántas veces he seguido la tuya!—un lugar de descanso.
Y así seguiré, más allá de cada universo y su estrellado
vestido de baile que espera por el paso lento de la vida para empezarse,
más allá de la oscuridad vacante cuya vanagloria
como la de la muerte, para hallar el fin de la historia.
Cartas de un Padre
I
Las úlceras de los dientes no me dejan dormir, es tanto
el dolor, tendría que ir al hospital para arrancarlos
o los anticoagulantes me van a desangrar hasta la muerte,
pero no puedo dejar a tu Madre, ella se cae, ella depende
de que no se me olviden su pomada y los tranquilizantes,
casi le dio un paro y se le hinchan los tobillos,
en ocasiones lo que le sale es verde como los pastizales
y también tiene pésimos los intestinos.
Se me han hecho huecos enormes como una moneda
al abrochar en los muslos el parche que me afirma la rodilla.
La presión del dolor de cabeza es una pesadilla.
Es terrible no poder salir, me caí en el baño y a duras penas
la muchacha que nos cuida pudo levantarme.
Pensó que me había quebrado la espalda, fijo la próxima vez.
El corazón tiró la toalla, comer no me quita el hambre,
la próstata tiene signos de vejez.
Estoy en paz porque simplemente ya estoy listo
y no tengo dudas que el Señor vendrá cualquier día
para aliviarme. Dices que disfrutas de tu comedero,
no entiendo eso de gastar plata en urracas y pardillos
y dices que tienes cientos de gorriones, yo compraría
veneno para librarme de enfermedades y excremento.
II
Disfrutamos de tu visita, gracias por traer
el comedero aunque sea botar la plata
por esa enorme bolsa de comida puesto que no vamos
a vivir más de seis semanas. No tenemos problemas
para verlos desde donde nos sentamos, grandes y chicos,
pero cuando yo era granjero me gustaba
cazar y no fueron pocas las veces que cenamos palomas
y faisanes y perdices, pero estos pájaros son unos
buenos para nada y dejan todo sucio cuando están
cerca de la casa. Pero a tu madre le gustan los cardenales.
Me duele demasiado la rodilla y escucho apenas
y tu madre alega que va a quedarse ronca de tanto gritar
pero ya es muy tarde para un audífono. Eructo todo el tiempo
y tengo la boca amarga y por supuesto que con mi corazón
ir al doctor ya no tiene sentido. Tu madre igual.
Según ella una costra que le salió va a terminar en verruga.
III
Los pájaros comen y pelean. Ja! Ja! Todo tipo de formas
y tamaños y colores saliendo de nuestro bosque
pero no sabemos de qué clase son. Tu madre sueña
con que nos mandes algún libro que nos hable de los pájaros:
ellos comen en el suelo, hay unos que la gente llama pinzones,
le pedimos a la muchacha que regara más aquí, pero en fin,
ellos comen cualquier cosa. Mandé al pueblo a la muchacha
para que comprara más alpiste, de todas maneras tenía que ir.
IV
Pensé que mejor sería escribirte
sale mucho más barato que llamarte por teléfono.
Mira, lo divertido de la situación, un día
había una montonera de pájaros peleando
revoloteando alrededor de su comida, ¿sabes?,
y de verdad que vale la pena mirarlos y dos o tres
de ellos chocaron de frente con nuestra ventana
y bang, los pobres se noquearon ellos mismos.
Luego recuperan el sentido y vuelven a volar.
Y han estado haciendo eso. Nos da una pena negra
y no sabíamos qué hacer, pero el otro día
una señora de nuestra iglesia vino a usar el teléfono
y cuando ella estaba sentada un pajarito se estrelló
y ella lo recogió y lo entró a la casa,
parecía muerto. Tenía como un sombrero
de plumas paradas en la cabeza, medio rojizas
o rosadas, no sé muy bien qué era,
y le hice cariño y ahí mismo volvió a la vida
en sus manos y ella lo sacó y se voló. Según ella
los pájaros creen que la ventana es el cielo en un día
sin nubes, ella también le da comida a los pájaros, pero tampoco
es que tenga muchos. Dice que unas tiritas de aluminio colgadas
terminarían con los accidentes. Estaba fascinada con
nuestros pájaros. P.D. El libro acaba de llegar.
V
Mira, ese libro es realmente bueno, cada día
aprendo con él a disfrutar de nuestros pájaros.
Obvio que a algunos no sé identificarlos,
supongo que son hembras, las palabras en latín
me las salto. Pero no te imaginarías
el gorrión que tengo aquí, dices gorrión casero,
pero yo tengo gorriones de garganta negra, italianos,
de corona blanca, chillones y alpinos y sabaneros
y gorriones de molino. Tengo seis cardenales,
tres pares, vienen temprano por la mañana y en la noche,
los machos al comedero y las hembras en el suelo.
Más o menos 25 juncos, se pelean
por el suelo, antes los llamaban pinzones. Echo
de menos los azulejos desde que empezó el calor. Su pecho
es del color de un melón maduro y amarillo. El carbonero
de cresta negra es como azul con unas plumas paradas.
Y tengo pájaros carpinteros de panza y cabeza
colorada, te morirías de la risa con el panza colorada,
se cuelga con la cabeza encima de la madera,
agarrado por debajo con la cola, las alas estiradas.
Y el Arrocero y el Reyezuelo Rubí
y el Trepador se para sobre su cabeza y el Tordo colorado
del color de un perro de caza y el Zorzal ermitaño con manchas
en el pecho, la Urraca tan divertida, saltará
encima de los otros pájaros para quitarles el grano.
Sólo por él compramos semillas de girasoles.
Y apuesto que nunca has visto un Pinzón purpúreo,
color de sandía, se sienta en el borde
del comedero con su veteada esposa, y las ardillas,
sabes, son tan lindas, se sientan erguidas
y comen con sus manitos, parecen barril sin fondo.
Me arranqué mi propio diente, ni siquiera sangró.
VI
Es toda una sorpresa lo bien que está tu madre,
aunque se le olvide su laxante, del estómago está ok.
Ahora que las ventanas están abiertas dice que nuestros pájaros
cantan todo el día. La muchacha sacó El libro del conocimiento
de la biblioteca y estoy leyendo sobre las costumbres
de los pájaros, ¿sabías que algunos machos tienes hasta
tres esposas?, algunos migran: otros no. Voy a seguir
alimentándolos durante toda la primavera, tal vez el verano, es obvio
que ya se acostumbraron. Me va a hacer falta semilla de cardo
para el jilguero común y para el jilguero de los pinos el próximo
invierno. Alguna gente de la iglesia va a venir a vernos,
algunos aficionados a los pájaros, muy pronto.
Tienen pájaros en el pueblo pero nada comparable con esto.
Y así el mundo corteja de vuelta a sus niños para un beso al atardecer.
Mona Van Duyn (1921-2004) Nació en Waterloo, Iowa. Fue durante muchos años profesora de inglés en la University of Louisville, y luego, en Washington University at St. Louis. Recibió algunos de los más importantes premios de habla inglesa, como el Bollingen (1971), el Pulitzer (1991), el National Book Award (1971) y el Ruth Lilly Poetry Prize (1989). Entre sus libros se cuentan Valentines to the Wide World (The Cummington Press), 1959, A Time of Bees (University of North Carolina Press), 1964, To See, To Take: Poems (Atheneum), 1970, Bedtime Stories (Ceres Press), 1972, Merciful Disguises: Poems Published and Unpublished (Atheneum), 1973, Letters From a Father, and Other Poems (Atheneum), 1982 y Near Changes (Knopf), 1990.
Cristián Gómez O. (Santiago de Chile, 1971) Ha publicado, entre otros títulos, Alfabeto para nadie (Ediciones Fuga, Chile, 2008), La casa de Trotsky (La isla de Siltolá, Sevilla, 2011), La nieve es nuestra (Liliputienses 2012, Luces de Gálibo 2015, Ediciones Matanzas 2016) y Butterfly (Bahía Blanca, Argentina, 2017). El año 2019 se publicó su antología Derechos del yo (Hemisferio Derecho Ediciones, Bahía Blanca, Argentina).
Imagen de la cabecera: Les visiteurs du dimanche, de Max Ernst (1924).