Entrevista a Martina Pedreros + Muestra Poética

Por: Comité editorial revistaelipsis.cl

 

¿Por qué dedicarse a la literatura en el presente? ¿Por qué ese medio y no otro?

Para mí, escribir es orgánico. Es instintivo e intuitivo, es tan doméstico y cotidiano como extraordinario y trascendental. Escribir es una manera de fijar el presente, de condensar la experiencia. Mi dedicación a la escritura es un cultivo de una técnica que me permite dar cosmos al caos, es un modo natural de ordenar la experiencia. He aprendido a comprenderme escribiéndome y escribiéndole a otrxs. 

Siento que este presente, tan ansioso, requiere de mecanismos de supervivencia para que no se nos escape lo efímero. De alguna manera, la detención en el ejercicio de escribir, te ancla a un presente que, a su vez, articula muchos tiempo-espacios posibles. Esa manera de hilar es riquísima, semejante a la experiencia de meditación, donde el tiempo y el espacio, los límites del ego con lo otro se diluyen, solo aparece lo que debe ser visto y lo demás es un flujo que puede o no, necesitar ser conducido.

Hoy puede ser el medio de la escritura, pero también hay maneras más íntimas de abordar la misma necesidad de presente. Me dedico con la misma amorosidad a la creatividad de la cocina, del orden de los espacios, de la enseñanza, el aprendizaje, la práctica física y espiritual, el diálogo con otrxs. Creo que más que una dedicación a la literatura, es una dedicación a las acciones conscientes, y en ello siento que el lenguaje (en todas sus expresiones) me acompaña como herramienta natural, como modelador del pensamiento.

 

¿Cómo abordaste la escritura de tu último libro? ¿Qué te sucedió primero, qué te sucedió después?

La escritura de Elemancia es un proceso que partió desde la necesidad de ordenar una experiencia nueva. Los primeros poemas son del año 2014. Partí escribiendo desde el viaje, la itinerancia, el deseo de llegar a situaciones donde la novedad y la pequeñez ante el universo me estremecieran. Necesitaba sentirme remecida por lo que escapa al orden, luego de muchos años viviendo en Santiago. Siempre la naturaleza, la observación de los ciclos, el caos y el cosmos que sostienen todo, ha generado en mí el deseo de crear, pero también necesitaba entenderme desde un lugar que me permitiera describir lo observado la humildad. Me sentí diseccionando aquello a lo que estaba dispuesta a exponerme. Vivir viajando, vivir en comunidad, habitar un rancho en Uruguay y aprender del ensayo y error a hacer familia con otrxs. Todo ello fue un proceso en el que mi lengua, mi acento, mis modos, mis relaciones, mi historia, se contrastaban con la extranjería, con lo que comienza a permear. Ese tránsito está ahí, ese tránsito honesto, ese rito de paso a la adultez es lo que siento que me hizo urgente escribir. Escribir los afectos y las afectaciones, las rabias, las frustraciones, la belleza de lo que nace, de lo que muere, de lo que ignoro y aprendo observando. Es una poética de la percepción, del aprendizaje y la sorpresa constantes.

Con el tiempo, leyendo Elemancia, presentándome con ella, siento que hay un camino abonado, que hay mensajes que me dejé desde el pasado y que, cada vez, los entiendo mejor ahora. Muchas veces la percepción filtra cosas que el intelecto no sabe interpretar en su totalidad; la experiencia de escritura nunca está completa. Cada vez que leo lo que escribí entonces, entre 2014 y 2018, visito una parte de mí, revivo ese presente anterior, no dejo de sorprenderme de cómo abonamos lo que está por venir. 

 

En tus poemas, el trabajo con la luz, el color, el calor, y con los sentidos en general, parece tanto o más importante que el trabajo con las palabras. La memoria, más que una suma de hechos personales, es una bitácora íntima de cómo la naturaleza te asalta y provoca a realizar un ejercicio constante por «festejar lo pequeño». Cuéntanos cómo es esa relación entre sentidos y palabras y qué caminos te llevaron a ella.

El festejo a lo pequeño es lo más hermoso que podemos experimentar, es la gratitud que permite sostener una vida sin perseguir la felicidad como máxima. Ese anzuelo que posterga el presente, es una trampa constante. Está todo dado, ahora mismo, te respondo estas preguntas con un sol que inaugura la primavera, un sol cálido y tan agradable que mi cuerpo entero se dispone a sentirle y transmitir ese goce a la palabra. Es tan distinto responder así a hacerlo de noche, con frío y humedad, por ejemplo. No sé si me explico. Estamos reconstituyendo una manera de relacionarnos con el cuerpo, ha llevado mucho tiempo el restituir la confianza en los sentidos, estamos aprendiendo a decodificar la información que los sentidos nos dan sobre el mundo. Este proceso de recobrar el instinto y la intuición, recobrar la expresión corporal, recobrar afectos sin nombres precisos, es un modo de generar nuevos sistemas. Mi escritura tiene que ver con eso, con el descubrimiento constante de aquello evidente, pero despojado. Hay tantos mitos fundacionales donde se nos castra, porque los sentidos confunden e impiden acceder a formas más puras y beatas. Se nos ha limitado a la razón, a confiar únicamente en el razonamiento lógico, y eso es una mutilación enorme a otras formas de percibir que siempre han resistido al avance colonial del pensamiento racional-occidental. 

Es inevitable que el dualismo calara hondamente en mi manera de relacionarme con mi cuerpo, por ejemplo, o en mi apreciación despectiva a disciplinas en las que la mente intelectual no estuviera desarrollada. Es normal, de esa manera somos educadas. Esa supremacía de la mente dejó de hacerme sentido cuando comenzó a limitar mi capacidad de discernimiento. La mente obstruye, muchas veces, nuestra propia capacidad de comprender lo que hemos dado por natural. La repetición nos impide ver los gestos. Detenerse en ellos es desnudar la mecánica para ver la esencia de las acciones. 

De las acciones conscientes y de la detención en la belleza de estas, aparece la alegría de darse cuenta. Sea lo que sea que perciba, ya el hecho de poder nombrarlo me llena de satisfacción. Un nombre que no lo fije, que no lo limite y, aún así, me permita comprender qué es lo que percibí cuando fui capaz de nominarlo, incluso siendo un dolor intenso.  

 

¿Nos puedes contar algo sobre el título “Elemancia”? ¿Es una palabra tuya? No pudimos encontrar información sobre ella. Y también: ¿cómo funciona en relación con el resto de los motivos o títulos de los demás poemas, como Dormancia, Caducifolio, o Arboterum?

«Elemancia» es un neologismo mío y que aún estoy entendiendo hacia dónde me conduce. Las mancias son formas adivinatorias. La cartomancia es el trabajo de lectura interpretativa a través del vehículo de las cartas, por ejemplo, o la oniromancia es la interpretación de los sueños. De algún modo, creo que el darme cuenta de que la percepción sensible me era tan crucial, de que necesitaba clasificar los elementos del entorno para comprender, eso se transformó en la mancia de los elementos, en la lectura de sus ciclos, de sus cambios de estado.

Los otros títulos refieren a cualidades, a lugares, a otras mancias, incluso a alcances etimológicos que no necesariamente remiten a la cualidad de interpretar, que es lo que indica el sufijo -mancia, como la palabra «dormancia», que remite a una suerte de hibernación, de estado de latencia, de potencia de ser. 

«Caducifolios» observa el gesto de la caída de una hoja, de lo que dibuja en su caída. «Arboretum» es un poema nostálgico, con mucha rabia e ironía, habla sobre la modificación de los paisajes, el saqueo a los bosques. Lo escribí desde una pequeña reserva de la Universidad Austral que se llama arboretum. 

 

¿En qué lugares (reales o ficitios) estabas pensando cuando escribías tu último libro?

Bueno, creo que se responde un poco con preguntas anteriores. Creo que estaba pensando en los paisajes mentales de los viajes, de las casas, de los modos de hacer hogar con amigxs, con amores. La fantasía de la vida en manada transhumante. De alguna manera es un ejercicio de habitar una utopía sin saber cómo volverla concreta, por lo que hay mucho de las expectativas de vivir de esa manera, tanto propias como ajenas. Claramente, durante la misma escritura de esos lugares del cotidiano, de las formas de amor, de la exploración en el viaje, hay mucho que choca con la manera concreta de reaccionar ante todo ello. Creo que es un espacio de fantasía, sin duda, pero también se muestra el desmantelamiento de esa fantasía.   

 

¿Qué errores, o lugares comunes, te provocan dejar la lectura de un libro?

Creo que últimamente he terminado pocos libros, muchos los comienzo y decido no terminarlos. Las formas, el apego a los recursos estilísticos es lo que me aburre y me impide continuar. Creo que también me pasa con las reflexiones sobre la vida actual, sobre todo los relatos que suceden en la ciudad, esa sobrevaloración de los estímulos, de la vorágine, la apología a la autosuficiente y luego el fracaso del individuo autosuficiente. Me permean mucho los estados descritos, por lo que si me lleva a la angustia o a la ansiedad, entonces prefiero dejarlo. 

 

¿Cuáles son los dos últimos libros que has leído?

Actualmente estoy leyendo «Toda culpa es un misterio» de Gabriela Mistral, su antología mística y religiosa. No lo he terminado porque es una golosina, la llevo de a poquito para saborear cada espacio de luz que abre en su profunda vocación unificadora. Estoy releyendo «Cae la noche tropical» de Manuel Puig, una maestría en el arte del diálogo y la vida íntima. 

 

¿Qué te gusta y qué te repele de los escritores de tu época?

Me fascina la performatividad que atraviesa la obra de mis contemporánexs. Una hibridez muy grande, en todo sentido. Siento que hay una transgeneridad en todo sentido, y eso me llena de asombro. El asombro también puede mostrar oscuridad, ciertamente, y eso puede generar rechazo y repulsión, pero creo que es parte de la transparencia de dejar de lado los límites del canon y construir en base a lo que a cada quien le haga sentido. Creo que la característica mayor de quienes estamos creando ahora, es justamente que no hay un rasgo generacional preciso, salvo una insaciabilidad en la búsqueda de explorar lenguajes, técnicas y tecnologías, materialidades, posibilidades corporales, vocales, musicales, asociativas, en fin: ¡está todo disponible para jugar! 

 


De «Elemancia» (2018)

 

bicromatismo

i

es casi mayo y aún florida la ceiba de la esquina
el polvo se suspende con las nubes de mosquitos
las quemas avanzan permitidas
izando libertades en bandera
el clima arde entre bolsas y zapatillas
esta macumba es negra y amarilla

nos vertieron los escombros
sobre ramas sobre vidrios sobre latas
contiguas las gallinas desnucadas
ofrendas que se queman como kilos de manzanas
ganchos de anacahuita sobre achiras desechadas

manzana ochenta y cinco
vertedero de todo tipo de ramas

capas de sedimentos
hundiéndose
succión de las plantas
que amarillan sus hojas y compostan
renuevan verticales
caos por sus raíces lombriceras
cosmos de nervaduras nuevas

estímulo del aire negro
—oxigenar esto sería un exceso—

el polvo suspende y aúna
las nubes de mosquitos
las plumas desprendidas
las cañas que bailan al fuego entre pastizales
el modelaje de plásticos no degradables

manzana ochenta y cinco
vertedero de materias desahuciadas
fuego por luminarias

dos colores que publicitan
costa de oro y carbón

 

mnemotropismo
o
la publicidad de las ferias

se valida por el grito
el gorjeo distribuye
los productos
estaciones espontáneas
salpican a la vista
y al oído

formas primeras
de intercambio

calles que se toldan
confituras al centro
los niños
paños con objetos
sativación de la saliva en papelillos
humo que se funde en las frituras
resistencia precaria a los fluidos
bombilla que circula en calabaza
irresistencia al amargo compartido

por las capas líquidas
cebolla del tiempo
rastreo el sabor que hermana
acciona un hilo del mapa
otra ciudad se aparece
en otro tiempo vivido

la aspereza de dientes blancos
por dentro el nervio hervido
contrasta el sabor al vacío
dulce residual en las muelas
irresistencia al amargo compartido

¡llegará el tiempo del archivo en la pupila!
vaticina el vendedor del puesto vecino
y vierte el termo sobre la yerba
y cierra otra vez un círculo

¡llegará el registro del calendario
y los sentidos serán primitivos
y evocarlos un sinsentido
y los olores a sí mismos
y así las datas
desplazadas
un flechazo que hace años cometimos!

así es como la caña
mató al indio
la locura en el producto cuando es nuevo
por la espalda
y de un golpe la obsolece

¡está pronto el olvido
es el exceso de archivo!
vaticina el vendedor de alimento canino

así es como la caña
mató al indio

 

elemancia

i

alguna mancia debiera interpretar
las recurrencias sobre las dunas

la turgencia que escala
el nervio
al agua
monstrera
deliciosa
hoja con dedos que despierta
humedad

recursos de la fortuna
descritos en el paso
de la materia
sobre las formas
los trazos de viento
sobre la arena
de los médanos

se interpreta de la luna
su antigüedad
como hicieran las pléyades
cantos de bahuales
cueros de lobos sobre hombros
de ceniza

lunes para abrir un cuarto
de los ojos alumbra
el plateado
conocimiento de la marea
y contracción

la arena palpita en el cuerpo del reloj

una mantis custodia
el crecimiento vegetal
lealtad incombustible
de los insectos
ranas nobles sobre el huerto

alguna mancia debiese interpretar todo esto

la rotonda anunciada en el trayecto
del sol un rayo
santo
nervio que anuncia
ramos como garras

 

DEL CONJUNTO «ANVERSOS DE LA CONCIENCIA» (Inédito)

 

aguja por aguijón

para sacarme las espinas del corazón
me entrego a
una suerte de asepsia
oriental

untan mis canales energéticos con alcohol
donde la aguja atraviesa subdermal
los conductos eléctricos enervan los vellos
las zonas agujereadas conducen
y luego
corrazono
las palpitaciones
que remiten
secuelas del aguijón
punzón maestro
veneno de escorpión

simulo
que solo con otras agujas
puedo remover las tuyas
espinas de cardones
tintas
venenos
calados
cernidos con paciencia
punto a punto
¿algo salió mal?
la sangre teñida oscura

inyectaste aséptico los rincones
señalados con delicadeza
abiertos
un nuevo mapa poroso
antimédico

me sano por los días
de las noches que devengo muerta
o enferma
o teñida de miedo

cuánto te tengo que escribir
para contarte que sueño
con una hija nuestra que corre
de nuestras manos
por los peligros
y se parece a mí
¿seré yo?
¿me estaré rescatando de mi sombra?

de niña soñaba que se llevaban a mi madre
hoy sueño que se llevan a mi hija no nacida
pero la rescato
amarro firme un pañuelo sobre su boca
y la tomo en brazos
y las barricadas no nos detienen
ni la noche de los balazos con que sueño
porque podemos contra esta noche
y los balazos
y las lacrimógenas
porque el instinto de proteger es superior
por eso
me dejo clavar agujas en la coronilla
para soñar ligero
porque no pudimos contra otras

milenios de sabiduría me prometen
que el dolor por la aguja irradiado
calmará el dolor del aguijón que remite 

noche sobre el matorral

los abrazos de piedra
c u e l g a n
                  s u s p e n s o s
calzados en cables de la luz
como los treiles bajo el tejado de paja
entran por los revoques
dice el niño de cola
saben así guarecerse de las heladas o los vientos súbitos
del verano
pero
en tiempos donde una bala es más probable
sea eyectada desde el Estado
a quemarropa
y una mirada que no ve la trayectoria depositada en la nuca

la ropa sigue acumulándose para el lavado
como si algún día
la mirada puesta sobre los colores del cielo
pudiese cambiar la forma
deslavar acumulaciones
modificar los tiempos
en que un sol se guarda
para
esta mañana
servimos miel en frutas
ayer no hubiese fantaseado
un presente como ese
porque
cuando la mano se alza e indica
aprobación sobre las masas
aparece un nombre
una visita
es tu cara recortada de perfil
y digo
trancar una puerta puede costar menos que abrirla

pero
en tiempos donde una bala es más probable
sea eyectada desde el Estado
a quemarropa
prefiero incinerar por mis medios
las máculas imposibles de remover en prelavado.

 


También les recomendamos revisar la lectura musicalizada de Elemancia así como una muestra de la obra audiovisual de Martina Pedreros.

 


Martina Pedreros Rodríguez (Buenos Aires, 1990). Poeta, narradora, gestora cultural, yogui y docente. Licenciada en Letras Hispánicas (UC) y profesora de Hatha Yoga. Ha trabajado en gestión de proyectos culturales, como editora en  Revista Hélice (2011 -2012), en los ciclos de entrevistas Viernes de Letras, realizados en la Facultad de Letras de la Universidad Católica de Chile (2011-2013), los proyectos de festivales y lecturas poéticas a cargo del colectivo Sudor de Poeta desde el año 2011 al 2016, destacando entre ellos el festival Poesía Enmascarada, realizándose en explanadas y parques abiertos.

Ha sido publicada en las antologías Palabras del fin del mundo (Ed. Universidad Finisterrae, 2008), Concurso Literario DGE 10 años (Ed. Universidad Católica, 2013), además de las publicaciones gestionadas por el Colectivo Sudor de Poeta, De sudor y poesía (2014), Taller Prácticas Poéticas (2015), la colección de poemas-objeto de Editorial Polilla (2016), el epílogo del poemario Arañas de Catalina Ramírez, por Editorial Luna de Sangre (2016). El año 2018 publicó su primer poemario Elemancia, por Tintanegra microeditorial. El 2019 fue antologada en Pesca de Arrastre, antología de narradores emergentes valdivianos y en la revista “En Valdivia no llueve” II, selección de relatos de Librería Gato Caulle.

Actualmente trabaja como Encargada de audiencias y programación en el Centro Cultural Espacio en Construcción, en Valdivia, y como docente de escritura de la Escuela de Talentos Alta Uach.