Entrevista al Poeta Felipe Rodríguez

¿Por qué dedicarse a la literatura en el presente? ¿Por qué ese medio y no otro?

¿Por qué no dedicarse a ella? No creo en esa idea de la literatura como algo de anticuarios o en riesgo de desaparecer, por el contrario, las formas de acercarse a los textos se han diversificado, y eso sin duda genera nuevas imaginerías estéticas, narrativas, políticas. Por mi parte, creo que hasta ahora me ha movido una pulsión lúdica, aunque entrelazada con otras cosas que exige cada texto, por ejemplo: la memoria, las geografías, la urgencia. Aunque quizás se debería partir con una pregunta un poco anterior: ¿Que significa dedicarse a la literatura? ¿Escribir? ¿Leer? ¿Publicar? dependiendo de estas delimitaciones, las implicancias cambian sustancialmente.

Y con respecto a lo segundo que mencionas… Bueno, de partida es más barato -en un plano económico- llevar a cabo el proceso escritural, lo cual no considero un tema menor, pues otras formas de expresión demandan medios materiales mucho mayores, a los que yo al menos, no tenía acceso. Y por otra parte, insisto en una actitud el regocijo del cuerpo que también es el lenguaje. La plástica de la literatura, y en particular en la poesía, me parece tan generosa que… no sé, puedes deliberadamente arrojarte a la especulación, al juego, a la sugerencia.

 

¿Cómo abordaste la escritura de tu último libro? ¿Qué te sucedió primero, qué te sucedió después?

Si te refieres a mi último libro publicado, o mejor dicho, al único publicado, Estelas de Cóndores fue un proceso muy intuitivo. Cuando lo comencé tenía 18 años y me había ido a Valdivia a estudiar antropología, y creo que ahí, con ese cambio de ciudad, me ayudó a hacer el ejercicio ver el mundo como un lugar extraño, ​como dice Garcia Canclini, posibilitando un extrañamiento que me obligó a preguntarme por mi territorio, mi clase y mi época.

También paralelamente al libro estaba realizando unos collages sonoros con sintetizadores, fragmentos de la televisión y videojuegos de los noventa llamado “Cantos de Cóndores Fosforescentes”, entonces, fue un periodo de muchas manifestaciones bajo una misma inquietud estética y sociológica si se quiere.

Con Imaginería Lucia Hiriart ha sido bastante diferente, hubo mayor autoconciencia de mis recursos, un proceso largo de investigación y una intención más direccionada, aunque no por eso menos delirante a mi parecer.

 

En tu libro inédito Imaginería Lucía Hiriart das la voz a la esposa del dictador, y a través de monólogos, reconstruyes parte de la historia del país en un gesto que recuerda a Bruno Vidal dejando hablar a los vencedores. ¿Cómo se relaciona ese trabajo tuyo, en tanto motivo y trabajo con el lenguaje, con el autor de Arte Marcial?

Efectivamente hay un ejercicio similar en esto de dar voz a los rostros del fascismo, y claramente no se trata de apologías a estos personajes. Creo que existe una necesidad de abordar, dejar en evidencia y sobre todo de desacralizar a estas figuras ¿Por qué? porque son complejas, no podemos darnos el lujo de negarlas desde una perspectiva histórica-política, ni tampoco desde las posibilidades creativas que te ofrece la literatura, bien lo hicieron antes Lemebel, Bolaño y el propio Bruno.

En cuanto al tono y al uso del lenguaje, creo que los libros no se parecen tanto, de hecho Arte Marcial lo leí después de emprender la escritura de la Imaginería Lucia Hiriart. Otras escrituras a las que sí me siento más emparentado con este nuevo trabajo, son por ejemplo Lois XIV de Pablo de Jolly o Mama Marx de Carmen Berenger, por mencionar algunos que se me vienen a la cabeza.

 

En tus poemas hay elementos muy actuales, tales como sitios de internet, videojuegos, animé, etc. Nos gustó cómo se incorporaban en los textos, así como el mundo precario que terminan describiendo, pero queremos ser abogados del diablo por un instante y preguntarte: ¿no te da miedo que esas referencias envejezcan, no digamos en el largo plazo, sino de aquí a cinco o diez años más?

Ni un poco de miedo, lejos de buscar alguna especie de trascendencia o totalización alguna, me quedo con lo sutil de las poéticas que genera un contexto específico de producción. Por lo demás, tarde o temprano todo perece, y que bueno que es así. Percibo el dinamismo como potencia creadora.

 

¿En qué lugares (reales o ficitios) estabas pensando cuando escribías tu último libro?

Son super concretos, en el primer apartado del poemario las poblaciones en las que viví en Chillán durante mi infancia y el mall de la ciudad. En el segundo capítulo, el espacio es virtual, en un videojuego de autos de carrera de máquinas Arcade.

 

¿Qué errores, o lugares comunes, te provocan dejar la lectura de un libro?

Supongo que donde no haya arrojo, algún tipo de apuesta o cariño por el oficio. Los errores me parecen más interesantes que la perfectibilidad literaria, admiro mucho la pulcritud, pero me entretengo más con los cruces sospechosos, que abren campos, propuestas brumosas que muchas veces no tienen eco.

 

¿Cuáles son los dos últimos libros que has leído?

Estoy investigando prácticas de navegación tradicional en la Patagonia Insular Occidental, así que mis dos últimos libros leídos son de tintes marinos, ​Soplan las Ballenas​, del antropólogo Daniel Quiróz y ​Técnicas para cegar a los peces​, de Rosabetty Muñoz, un libro realmente deslumbrante, que recomiendo sin dudar a cualquiera que ande en busca de poesía contingente, pulverizante y descentralizada.

 

¿Qué te gusta y qué te repele de los escritores de tu época?

Encuentro muy en abstracto eso de “mi época”, creo que hay una variedad no menor de gente escribiendo (y leyendo) desde distintos posicionamientos y subjetividades, eso hace fértil el terreno creativo. Donde yo creo sí que hay que poner ojo es en las intersecciones entre la escritura y sus campos expandidos, me refiero al collage, la performance, el video, a la investigación, etc. Me interesan mucho esos ejercicios creativos que si bien no son nuevos creo que han tomado particular fuerza.

Y algo que me repele, no sé, de nuevo el problema de la generalización, pero tiendo a rehuir de las escrituras desafectadas y de sus escritores.

 

 


III
(Amor de mall)

Es increíble este hábito de observar a las multitudes en cámara lenta,
Las
Escaleras
Mecánicas

Acumulan historias que cuentan las suelas de sus transeúntes
Los espejos en las paredes rajan las murallas de sus multitiendas.

Todo lo miro

Me dejo poseer por el muzak y los murmullos,
Limpio la punta de mis zapatillas blancas
Veo la hora en el celular

Me paro el pelo,
Pronto llegará la Jennifer

A tomarse un helado de piña conmigo / me mirará / con sus
ojitos pantalla plana
Ojalá hagamos calor en esta venta nocturna.

 

IV
(El accidente fatal de la hermana Elizabeth Anquileo)

Jenny te tengo la última y no es de las mejores,

Si bien ya sabíamos que la hermana Elizabeth tinturaba su cabello
Con los pigmentos negros del salmo 23
Y que la única frontera reconocida por ella

Entre el vino tinto y los evangelios era el grosor del vaso,
Jamás me habría imaginado su repentina muerte
Atropellada por un Suzuki

A la salida norte de la población Mardones.

La encontraron justo antes finalizado el último día de la vendimia
A un par de metros del templo,
Con la falda arremangada

El megáfono aún encendido

Y la sangre coagulada de aleluyas.

¿Recuerdas cómo los sábados por la noche

solía untar su larga cabellera en cañas de pipeño?

¿Recuerdas cómo los domingos por la mañana predicaba con delay,
garganta y un parlante de 200 watts justo afuera de nuestras ventanas?
Yo la extrañaré más que al dios del cual nos gritó por tanto tiempo

Para mí junto con ella      Dios ha muerto.

 

VII
(En tránsito eterno están los proxenetas del acontecimiento)

La meta nos olvidó en el tránsito eterno

En la velocidad en la competencia solitaria.
Nos sabemos casi de memoria la región del terciopelo
Las costas vaporwave La arquitectura de la desazón en general.

Pero si bien es cierto que el zapping sensorial
es una experiencia increíble,
la novedad permanente nos parece sumamente aburrida.
Estamos malditos      los viles proxenetas del acontecimiento.

 

Julia del Carmen Gutiérrez Palavecino
I

(Que sería de la capital si supiesen los postes de luz la oscuridad de las noches que llevo dentro)

-Al tío Fabián, al tío Miguel-

Querubín

En esta visita a la capital he llevado a la práctica 73 lágrimas.
Cubierta por una alta edificación

Entre la pasividad del ruido
Por las noches cóndores fosforescentes se revientan contra los

ventanales como imaginaciones retro,
Viniéndoseme a la mente en un formato derrotista
La tragedia de los tíos desaparecidos de Santiago

-fue una juventud extravagante sin duda-,

Y es una lástima realmente

Eran jóvenes perpetuos mi querubín,

Nosotros en el campo ni sabíamos que estaba ocurriendo
en el canto nacional

Y mataron a los tíos

Lástima por ellos, y quizás por cuántos más.

Ahora que estoy aquí después de tanto tiempo, entre edificaciones
muertas y resucitadas al tercer día
Ahora que todo está tan distinto…
Sólo atino a caminar, caminar por la capital

En mi destiempo natural con Santiago centro

Me detengo a pensar por más de un momento
Qué sería de esta gran ciudad           de esta sociedad,

Si supiesen los postes de luz
la oscuridad de las noches que llevo dentro.

 

 

 

 

 

 

 

Nota de los editores: los textos fueron reformateados para su óptima visualización en todos los dispositivos. Puedes conocer las versiones originales aquí.


Felipe Rodríguez Verda (Chillán, 1995). Publicó la Plaquette Agarrate Aguirre (2015) y el libro Estelas de Cóndores Fosforescentes (2018). Obtuvo el Premio Oscar Castro 2017, entre otros. Actualmente reside en Valdivia en donde se desarrolla en el área de la investigación antropológica y el cine documental.