Siete Poemas de Omar Lara (1941 – 2021)

GRAN HIMALAYA

Es un hecho que no subiré jamás a las cumbres
del Gran Himalaya;
está escrito que los hombres allí se vuelven
   dioses
y el poder temible de la naturaleza disminuye a
los seres: sus pasiones,
a una blanda indolencia.
Pero yo no subiré al Gran Himalaya,
tropezaré con las piedras del camino,
me embriagaré con deleznables licores,
seguiré maldiciéndome con ternura.

(De Oh buenas maneras, 1975)

GASTADAS Y ESTROPEADAS

Cuando posas tu mano
en mis cabellos
y palpas mi transpiración bajo el pelo
durísimo
yo te doy las gracias en silencio
por tu dulce ferocidad.
Cuando entierro mis dientes en la realidad
y los saco sucios de barro y veneno
cuando me empujan hacia la sola
temible oscuridad
cuando desconozco a mis hijos
y debo recorrerlos uno a uno
ciego
tú me lanzas tu mano como un relámpago
o un salvavidas
y a ella me aferro
y la fiebre declina
y duermo al fin
y vuelven a ordenarse las figurillas
gastadas y estropeadas.

(De Islas flotantes, 1980)

LAS HORAS DEL LOBO

Difusos habitantes escudriñan

     Nada

mueven los labios en un idioma que casi olvidé
aunque sé que estás aquí
al alcance de mi voz
a menos de un millón de kilómetros de distancia
debajo de tu blusa de lana
debajo de tu blusa de luna
caliente y hermosa.
Si todas las mujeres tiemblan bajo una blusa de lana
tibias en sus porosidades
si todas tiemblan
feas y lindas
qué puedo decir de ti
que eres mía y te amo
aunque no existas.
He vivido tantos años lejos de ti
rodeado de tu ausencia como una

      isla

en las viejas casas de madera
en la tierra que no pisamos juntos
en la hierba en que no nos tendimos a mirar
              las estrellas
he vivido tantos años lejos de ti.
Pero qué habría hecho sin tu ausencia todos estos años
qué habría sido de mí
hubiera podido incluso ser feliz.

Debo apresurarme,
se me hinchan las piernas
tú sabes
y en el cuerpo me aparecen unas fantásticas
placas aureoladas.

Me pregunto si llegaré a tiempo a tu cuerpo
tu cuerpo que se contrae con mi jugo de limón
debo apresurarme.
Debo apresurarme a pensar que debo apresurarme.

Tú que eres razonablemente feliz
¿has pensado en lo que nos espera?
Hay lugares que son sólo nombres
y otros
son sólo recuerdos
y nosotros buitres de los recuerdos.
He ahí esos despojos
un gesto
           una sonrisa
         el paso del tren frente al suave lomaje
un furtivo paseo por el pueblo natal después de tantos
           años.
Algo queda.
No es un festín
los huesos están roídos
                          casi pulverizados
pero puedes buscar bajo las piedras
o lamer el polvillo.

Mas hay amor mío
lugares y destinos que parecieran estar
al otro lado del mapa
invisibles pero ciertos
con tranquilos crepúsculos
y en la distancia
cuerpos que se deshacen en dirección al sol
mientras salan sus piernas en la espuma.

Habremos envejecido junto a un cenicero repleto de
colillas
mirando algún retrato ya sin rostro
amarillo
y algún otro tesoro rescatado del tiempo.
Tú que podrías haber sido razonablemente
                          Feliz.

(De Islas flotantes, 1980)

ENCUENTRO EN PORTOCALIU

En ese tiempo yo corría detrás de una sombra.
Desde el décimo piso en el barrio de Drumul Taberei
yo miraba a través de una niebla caliente,
a través de una humedad humosa,
a través de las reverberaciones de agosto
una figura venía caminando
desde la parada de autobuses.
Una figura parecía dirigirse hacia mí,
yo la veía perfectamente desde el décimo piso
en el barrio de Drumul Taberei.
Era la odiada figura conocida,
su aborrecible rostro estaba ahí y su pelo
que el sol no incendiaba y con él todo su cuerpo.
Yo miraba petrificado la escena,
los indolentes pasos y su entorno:
árboles, cosas en movimiento, el asfalto que el sol
       ondulaba.
Yo miraba esa escena con su centro precioso…

En esos tiempos yo escribía un poema titulado
“Encuentro en Portocaliu”,
era necesario encontrarme rápidamente
porque –pensaba yo- ¿la poesía para qué puede
servir sino para encontrarse?

Eso fue después de escribir muchas cartas
preguntando
¿dónde estoy? Nadie sabía dónde estaba
y no podían decírmelo,
de modo que empecé a decir a diestra y siniestra
protégeme con algo el corazón.
Protégeme con algo el corazón
seguía repitiendo
y como no me entendían
empecé a escribir unos poemitas insidiosos
relativos al río Dimbovitza,
relativos a la columna del infinito,
relativos al plan quinquenal.
Hasta que un día en Portocaliu.

Un día en Portocaliu
(en Portocaliu hay un sol amarillo como cáscara de
naranja)
una tarde en Portocaliu
(en Portocaliu hay unos grandes pájaros con dos patas
larguísimas y picos en forma de corazón)
una noche en Portocaliu
(estaba escrito que no te encontraría
en Portocaliu
pero guardo el recuerdo de esa espera y huellas
de picotazos en forma de corazón).

(De Voces de Portocaliu, 2003)

EN EL FUTURO,  MADRE

En el futuro, madre,
yo estaré en el medio de la mar
como si me esperaran
todos los peces invisibles y mudos
por debajo de olas y corrientes.

Yo nadaré desnudo una vez más
con tu rostro marcándome las brazas
con tus menores gestos y demás.

Yo estoy
                               madre
mirándome en ti misma.

Este nadar en ti ya lo sabía
pero repito tanto y tanto gesto
en las más submarinas y espasmódicas
tormentas del venir y del viniendo.

Yo tiro de esta soga y tú
la guardas
en tu mano más suave de palmera
de colihue
de sauce
de junquillo.

Nado
Madre
en la nada
nado
y nada.

(De Voces de Portocaliu, 2003)

CÓMO SE HACE UNA TARDE

Éramos dos libélulas en torno al dulce vino
Éramos dos libélulas en la tarde quietísima
Volábamos
                 Volábamos
Enredadas las alas
En la música antigua

Yo contaba tu sueño
Ese que me soñaste
Ese sueño de mí construyéndome en ti
Volaba el vino antiguo y yo lo trasegaba
En la boca de quién   en el aire de quién

Éramos dos libélulas trastornadas y ciegas
Mientras la tarde armaba su pedestal ubérrimo
Su escalera   su trino   su nostalgia   su plan
Su secreta artimaña

La tarde nos hacía a su amaño y su gracia
Nos besó y nos bendijo
Nos tomó de la mano nos condujo nos hizo
Brevemente tan sabios como esas dos libélulas
Que demoran su vino en la tarde estancada.

(De La Nueva Frontera, 2007)

IMAGEN OLMECA

Me gusta esa mujer
con las rodillas juntas
y los brazos cruzados
y los ojos cerrados
y la cabeza gacha
y la mollera cruda

Yo voy a esa mujer
con las rodillas juntas
y los brazos cruzados
y los ojos cerrados
y la cabeza gacha
y la mollera cruda
yo voy a esa mujer

¿Ha pensado en el sueño
de abrirnos las rodillas
de descruzar los brazos
de despertar los ojos
de elevar la cabeza
de ardernos la mollera?

Me gusta esa mujer

Yo voy a esa mujer
tiene un ala y yo tengo
la garra
yo sueño esa mujer
pareciera
que a veces
también ella
me sueña.

(De Papeles de Harek Ayun, 2007)


OMAR LARA, Nohualhue, Chile, 1941. Autor de numerosos libros de poesía, entre ellos Los Buenos Días, Oh buenas maneras, Islas flotantes, El viajero imperfecto, Memoria, Bienvenidas calles del Perú, Voces de Portocaliu, La nueva frontera,  Papeles de Harek Ayun, Cuerpo final, Principio y nudo, Nohualhue. Ida&Vuelta, Abracé la tierra, Los muertos pasean desnudos.

Fue traductor del rumano, labor que ejerció a partir de su exilio en Bucarest, entre 1974 y 1981. Recibió, entre muchos otros,  los premios Casa de las Américas (Cuba, 1975) y la Beca de Creación John Simon Guggenheim, (1983). Entre las distinciones obtenidas en Chile figuran el reciente Premio Alonso de Ercilla, de la Academia Chilena de la Lengua, 2020; el Premio Fernando Santiván, 2007; el Premio Revista Atenea, 2015; el Premio Nacional de Poesía Jorge Teillier, 2016.

En 1964 Lara fundó en Valdivia el Grupo Trilce de Poesía y la revista TRILCE, publicación que dirige hasta hoy. Fue Director Ejecutivo de la Feria Internacional del Libro del Bio-Bío y del Encuentro Internacional de Escritores del Bio-Bío, ambos en Concepción, Chile, y creador del Festival Internacional de Poesía El rayo que no cesa, también en Concepción.