Siete poemas de Laura Ruiz Montes escritos entre Chile y Cuba

Los siguientes poemas fueron escritos a principios de la década del 2000 entre Chile y Cuba, y forman parte del libro A qué país volver publicado por la editorial Letras Cubanas en el año 2007.

Isla Negra. Abrevadero

Pequeñas pescadoras de morral vacío
que no subieron al barco.
Pequeñas pescadoras de morral vacío
queriendo ser caballos
para patear la casa del poeta,
las odas y sus encargos inútiles.

Queriendo ser caballos con el arnés peinado
para entrar educadamente al bar
y comer el Congrio y la Reineta.

          –Congrio y Reineta García Lorca–
                   -dice la carta.

Pequeñas pescadoras de morral vacío.
Congrio y Reineta
Reineta y Congrio
          (García Lorca)
No Del Carril ni Urrutia.
Solo García Lorca.

Tantas especificaciones son innecesarias.

Fatiga

para Mariela Landa.

Odio Valparaíso porque me recuerda La Habana.
Hay el mismo vaho a puerto soberbio y el mismo churre.
Odio Valparaíso que me vuelve tambaleante al subir los cerros.
Tambaleante en el Cerro de los Placeres.
Tambaleante en el de la Concepción.

Odio Valparaíso donde el Cristo
tiene la cabeza casi olfateándome los pies.
Los pies huelen mal por llevar tantos días la piel encerrada,
                    huyendo del frío.

Miro el camino de las putas, niego monedas a los mendigos,
como me las niegan a mí en La Habana.

Valparaíso parece La Habana en la Mar del Sur
Odio la náusea por el mar que Valparaíso me regala.

Sin embargo, miro las aguas,
desde los cerros, claro,
para que no me mojen.
Como Pessoa,
fingiendo que nada de esto importa.

Sureño I

Hay que caminar despacio para que el Chupacabras lo note.
Colmillos y pico tiene
                    –como yo
que hablo, muerdo y desgarro.

Como el Chupacabras insisto en devorar,
                    y ser devorada,
quedar pellejo seco
para que me desclasifiquen.

Quiero que alguien en el Sur me tome por las piernas
y me dé vueltas y vueltas sobre su cabeza.
Yo –Chupacabras muerto–
vueltas y vueltas hasta lanzarme a los pies de la cordillera
Lejos, muy lejos, de este punzante mar.

Sureño II

Soy mendiga de isla que limosnea frontera real.
Mendiga que viaja hasta los pies de la cordillera
implorando una monedita de tierra,
un giro,
una sacudida de cabeza que arroje nieve.

Mendiga que logra sacar los pies del agua
para acercarse a la cordillera
suplicando perdón por su soberbia de isla.

Mendiga implorando una monedita de tierra,
una mirada,
una congelación.
Algo.
Suplicando la eternidad en el Sur.
Mendiga, al final,
igualándome a todos
y a mí misma antes de salir de casa.

Carretera a Isla Negra


La perra no tiene hijos
          solo pulgas y ojos de perra.
Como una duquesa sucia
finge que duerme.

Le doy las vísceras que quedaron después de la sopa.
Me tomo el caldo,
me cuido como a una convaleciente.
Vi una animita en el camino a Isla Negra.
A veces no sé si soy una niña muerta
                    /o una niña enferma.

Carta que trata de otro descubrimiento


Pobló una ciudad y le llamó Sanctiago del Nuevo Extremo.
Puso un estandarte con sus armas
y esperó mi llegada sentado en el Valle del Mapocho.

Todas las magias, todos los trucos
intentó Pedro de Valdivia
a la salida de la estación del metro.
Todo para que yo le mirara y carenara allí mi navío.

Pero desconfié, desconfié, desconfié.
De donde vengo no hay estaciones de metro.
Por eso creí que todo lo que se arrastra bajo tierra
          es venenoso y terrible.

Sur for Emily


Releí a Emily Dickinson en el Sur
          –la reclusa salió de Amherst para caminar los Andes.
Era primavera pero el frío helaba
las famosas regiones de las que nunca me hablaron.

Pronuncié el nombre de Amado Pissis
Lo pronuncié solo porque me gustaba.
¿Qué puedo yo saber de un ingeniero en minas?

Descorrí las gruesas cortinas de la cordillera.
Emily hizo su blanca elección
y yo la elección sepia.

Copié sus versos sobre el mantel,
los escribí con mis uñas para no olvidarlos otra vez.
Contrariamente a las llamas bajé la cabeza.
La incliné cuanto pude
          –como el Cristo de Valparaíso.
Me plegué
hasta convertirme en una costilla de la cordillera.

Bebí cerveza Austral
llorando por mí misma.
Con la espuma de la cerveza y con saliva
hizo Emily un mapa del mundo sobre mi pecho
y con su dedo índice señaló una tierra incógnita.

Me estremecí bajo su dedo.
Regresé a la casa que yo construía cerca del agua.
Y allí, delirando,
me puse a repetir el nombre del desconocido Amado Pissis,
estrenando un nuevo traje de cóndor antiguo.
Calcinando mi propia carne insular.


Laura Ruíz Montes (1966) es poeta, editora, ensayista y traductora. Ha publicado varios libros de poesía en Cuba y el extranjero, de los cuales Los frutos ácidos y Otro retorno al país natal, obtuvieron en 2008 y 2012 respectivamente el Premio Nacional de la Crítica Literaria. También ha publicado libros de ensayo (centrado en la literatura caribeña), teatro y literatura para niños y jóvenes. Su traducción del francés de  L’exil selon Julia, de Gisèle Pineau obtuvo en 2018 el Premio de Traducción Literaria. Su último libro de poesía publicado es Diapositivas (2017). Su volumen Grifas. Afrocaribeñas al habla, que reúne entrevistas a treinta creadoras del Caribe anglófono, francófono e hispanohablantes, se encuentra en proceso editorial en el Fondo Editorial Casa de las Américas. Es la editora principal de Ediciones Vigía y la directora de La Revista del Vigía de esa misma editorial.

Imagen de la cabecera: Cordillera de Los Andes de Guillermo Muñoz Vera (2013).