Tres editores ante el libro digital

Por Cristian Rodríguez.

El libro digital ha tenido un lugar fluctuante entre las promesas del futuro. Desde el supuesto apocalipsis del papel, pasando por la convivencia con el libro físico, hasta el resurgimiento de la publicación en línea producto del encierro y la pandemia. A raíz de este último fenómeno –cada vez más evidente– en el que los autores distribuyen sus textos íntegramente por internet, es que le preguntamos a tres editores acerca del presente y el futuro de la poesía en digital: qué los motiva a publicar en ese formato, qué los aleja, cuáles serían los efectos de la digitalización definitiva, cómo podríamos definir a este “libro”, y por qué nos sigue gustando tanto el papel.

Los entrevistados son: María Fernanda Pizarro (encargada de diseño y coordinación de Pequeño Dios), Andrés Urzúa (editor de poesía de Provincianos) y el equipo de Poesía Lat.

¿Por qué abrazar el libro digital?

Pequeño Dios: La versatilidad del formato y los canales de difusión nos parecen interesantes. Tenemos consumidores tanto en el ámbito nacional como internacional que pueden descargar los libros electrónicos por medio de nuestra página web (www.pequenodios.cl) donde el mismo formato “físico” se ve limitado, por ejemplo, en la distribución; que es mucho más costosa al momento de exportar a otros países, elevando el precio del libro. Muchos lectores en Latinoamérica pueden acceder a nuestras publicaciones contribuyendo a la difusión de la poesía nacional, y en el caso de Chile, aporta a la descentralización, al fomento a la lectura y a la difusión de la poesía que, a pesar de ser un país de poetas, tiene un consumo muy reducido.

Provincianos: Algo evidente: los costos de producción de los libros digitales son muchísimo más económicos que los del libro físico. Y la distribución es inmediata, pues los libros están a solo un clic de distancia. De modo que imagino que abordar el libro digital va a ser una necesidad que se va a terminar imponiendo en el mundo editorial a mediano o corto plazo. 

El apego a lo físico

Provincianos: Uno de los gestos inmediatos que hago al recibir un libro de imprenta, es abrirlo en cualquier página, acercar mi nariz al papel y aspirar profundamente. Es algo automático, casi un acto reflejo, el que me transporta de manera inmediata a un momento específico de mi infancia: cuando compraba un álbum o un sobre de láminas, probablemente de la empresa Salo, y lo abría por primera vez. Creo que eso tiene que ver con el hecho de que el libro físico no solo establece una relación intelectual o cognitiva con los lectores, sino que provoca y estimula los sentidos de manera muy concreta.   

(…) Lo que nos aleja del libro digital, al menos por ahora, es algo tremendamente práctico y concreto: el desconocimiento de la industria digital y la incapacidad que tenemos para producir y comercializar ese tipo de libros. Aunque esperamos que la distribuidora con la que acabamos de firmar convenio pueda ayudarnos a resolver este asunto. 

¿Cómo seguir aprovechando las posibilidades del papel?

Provincianos: La materialidad del libro físico es algo que nos convoca, e intentamos aprovecharla mediante el siguiente ejercicio: pensar en el diálogo posible entre texto, gráfica, materialidad, tipografía y diseño, tanto del interior como de las tapas. Buscar que dichos elementos puedan dialogar o interactuar entre sí, con el fin de que convivan de una manera relativamente orgánica. Entregarnos al potencial gráfico y material que ofrece cada texto. Pensar el diseño, en definitiva, en sintonía con el texto.  

Algunos libros de nuestro catálogo se hacen cargo de estos enunciados de manera más radical que otros. En la colección de poesía, por ejemplo, hay tres libros en los cuales el diseño pretende ser una extensión del contenido. Me refiero a Las palabras callan de Jorge Polanco, a WWM de Christian Formoso y a mi libro letra chica. Los tres tienen características de libro objeto. El primero es una especie de libro-silencio. La cubierta tiene un color negro sólido de fondo y el nombre del autor y del título no están impresos, sino grabados mediante la técnica del cuño seco de bajo relieve. O sea, es una cubierta en la que el lenguaje se repliega. Y en el interior los textos están invertidos e impresos en página par para ser leídos a trasluz en página impar. Las preguntas que nos hicimos ahí fueron: ¿cómo callar a partir del diseño y la materialidad? ¿Cómo sugerir, desde el objeto y el diseño, la mudez que se esfuerza por proponer el texto? 

¿Qué es un libro digital?

Pequeño Dios: Depende de la definición de “libro electrónico”. A mi parecer, cualquier manuscrito digital que tenga una secuencia narrativa y temporalidad, y que se pueda serializar y comercializar, se puede considerar “libro electrónico”. Es un campo nuevo que tiene mucha versatilidad, que muta muy rápido y puede incluir a otros medios que no necesariamente son escritos, como por ejemplo: los audios, videos, hipervínculos, realidad aumentada, etc. que complementan a la narrativa poética o literaria de estos. La definición puede ser muy amplia y difícil de diferenciar, pero creo que con el tiempo se podrá precisar, o el mismo mercado va a regular que es un “Libro electrónico” y que es un “Texto en línea” por ejemplo.

Poesía Lat: Nuestra civilización es la civilización del libro. Nuestras repúblicas se rigen por la Constitución, el Código Civil, obras que no tienen autoría o cuyo autor emana del pueblo, como antes los libros fueron escritos por Dios. Acá el problema es la identidad. No es necesario que los libros tengan páginas, cubierta, fajas publicitarias. Los manuscritos medievales y los epub comparten características que los colocan en la misma franja horaria. (…) Nos gusta lo mutante, lo híbrido, lo anfibio. Nuestro slogan es: Jorge de Lima, panfletario del caos. En lo material, en el lenguaje de programación no hay diferencias entre un libro electrónico y otro texto digital. Un mensaje de whats tiene los mismos elementos que un libro escrito con poemojis.

La figura del poeta en este entorno digital

Pequeño Dios: Los editores y autores que exploran el ámbito digital tienen que, necesariamente, replantearse las formas de comunicar, consumir y gestionar los libros electrónicos, en especial en este medio, que evoluciona mucho más rápido que en el libro físico. La estrategia es diferente porque el medio lo requiere y hace que el campo piense desde el lector y empatice con él en los canales de difusión.

Poesía Lat: Están pasando cosas emocionantes; hay mucha gente aprovechando las posibilidades que ofrecen las herramientas tecnológicas, movilizándose. Antes todo parecía depender de que las editoriales eligieran a alguien y lo “impulsaran”. (…) Si bien ese juego sigue vigente (lo vemos, por ejemplo, con Sexto Piso y Almadía), ahora parecen existir alternativas, maneras de sustraerse un poco de esa vía en la que capital simbólico y capital real mandan.

¿Un futuro digital?

Pequeño Dios: Es súper difícil anticiparse a este escenario en donde hipotéticamente la poesía podría pasar a ser fundamentalmente online. El medio está cambiando, hay un mayor consumo del libro electrónico que está migrando a este formato. Es muy importante empatizar con el lector y ver sus necesidades y requerimientos, ya que, en general, el lector prefiere el libro físico por la experiencia, sensación o valor sentimental que produce, versus el libro digital, que en muchos sentidos puede ser frío, ya que no existe esta experiencia sensorial. También existe una variable monetaria importante, dado que muchas veces se comercializa el libro digital al mismo precio que el físico. Por ende, la competencia o el catálogo que se ofrece es de un precio muy elevado en comparación, por ejemplo, al cine o música, donde existen grandes empresas en las que por un precio X puedes obtener muchos productos, eso en el caso del libro está muy dividido. Creo que es importante diferenciar ambos formatos físico-digital y tratarlos de manera diferentes no como sustitutos sino como modelos comerciales distintos.

Poesía Lat: Es ingenuo pensar que el almacenaje digital no ocupa una forma física, una materialidad. Todavía no está de moda hablar de la contaminación digital, pero pronto. Para que este párrafo pueda ser leído se necesitaron cables, fibras ópticas, litio, carbono, millones de litros de agua y demás ingredientes con los que se preparan los hardwares y los softwares. (…) Otras preguntas dentro de la respuesta: ¿Qué tipo de música, de músicos? ¿Qué tipo de cine, de cineastas? Hay personas que están reutilizando elementos físicos. No solo es un rumor eh, hay personas que graban en celuloide, en vinil, en otros soportes materiales. Otro ejemplo: la restauración y transformación de una película sonora analógica a un archivo digital. Se necesitan laboratorios, máquinas, sustancias químicas y sobretodo seres humanos para percibir y pensar cómo será el proceso. Demasiada materia es necesaria. 


Imagen de la cabecera: La vida en el año 2000 según Jean-Marc Côté (1899).