De «Animales dorándose al sol» (2016)
los mejores poemas
los poemas pensados un segundo antes
de dormirme
de acabar
de morir
seguro fueron los mejores
los poemas que arremetieron
insectos salvajes
cuando menos lo esperaba
me cruzaron el cuerpo
de lado a lado
me abultaron la carne
me inquietaron:
un gusano brillante en el cerebro
la eléctrica voz de un condenado
me dijeron estás viva
y después plop
se disolvieron furiosos en el aire
equilibristas
somos equilibristas buscamos
la mayor cantidad de placer
la menor cantidad de dolor
dijiste y ahí estamos
caminando en lo alto
por un hilo radiante
aunque el amor
no es cosa mesurada
y vamos a estallar
como bichitos al sol
todo está bien
todo está bien entre nosotros.
sin demasiado fuego de artificio
nos amamos, sí
pero lo decimos pocas veces
sin hacer ostentación del brillo
levantamos la cabeza
para respirar mientras nadamos
voraces pero instruidos
la masa dulce leva de a poco
tomo el té, escribo haikus
hago florcitas de papel
no hay la urgencia de las grandes ciudades
hay un constante acariciar el lomo
de un animal perfumado
si hay hambre, que espere
soy todos los días santa
y lenta
una trapecista que busca con cuidado
el momento preciso para dar el salto.
Inéditos
la lluvia que me sanaba
ahora es la fritura
de mi desvelo
suena como telón de fondo
ya no como canción de cuna
ya no como hechizo
¿así va a ser?
¿todas las cosas
irán perdiendo
su efecto?
¿ya se cierra la temporada
de poemas de amor?
si era tan linda la plenitud
qué linda era:
nos embriagaba el aroma
a permanencia
a cristalito
a conejos perfumados
parecía inconmovible
pero los amores son manchas
tatuajes que refulgen
por varias noches, sí
y después
se apagan
no nos pertenecen
habrá que aprender entonces
a cargar con los restos
el óxido y el barro
las oscuras resonancias.
irán quedando pedazos de mí a lo largo de la tierra
en los lugares más íntimos y más públicos
de las ciudades del norte
y del sur
siempre es otoño
las finas capas de mis órganos caen
y luego crujen en el suelo
bajo el peso ligero de los transeúntes
en cada acto de amor estallo
como una granada
y después de la sobremesa
-una vez que ya hemos digerido la muerte-
me recolecto, metódica y mansa
pero estoy empezando a perder la paciencia
tengo un fuego y un miedo grande
por los años futuros:
cómo serán las próximas casas
los próximos almuerzos, sin lengua
o sin manos
cómo serán los próximos hombres y mujeres
que me desvistan
y qué pasará cuando quiera armarme
y no encuentre, por ejemplo, el corazón.
Natalia Leiderman nació en 1990 en Buenos Aires, Argentina. Escribe, traduce, hace fotos. Da clases de literatura y de inglés. Publicó los poemarios Animales dorándose al sol (El Ojo del mármol, 2016) y Stařenka (Caleta Olivia, 2019). Forma parte de las antologías Liberoamericanas: 80 poetas contemporáneas (Liberoamérica: plataforma literaria, 2017), Otros colores para nosotras: poetas argentinas contemporáneas (Ediciones Continente, 2018) y Camellia. Mujeres que toman té (Ceniza Editora, 2021). Tradujo, junto a Patricio Foglia, una selección de poemas de Sharon Olds (descargable en: www.malonmalon.com.ar) y los libros El pájaro rojo y El trabajo del sueño de Mary Oliver (Caleta Olivia, 2017 y 2020). Y forma parte de «Medusa»: agrupación de poetas y traductoras.