«Preguntas al sur de Fantasía» de Wenuan Escalona (por Cristian Rodríguez)

Notas para leer a Wenuan

Captura de Pantalla 2021-11-17 a la(s) 21.39.19Preguntas al sur de Fantasía
Wenuan Escalona
Ediciones del Archivo
Concepción, 2021
76 páginas

Comienzo esta reseña admitiendo que poseo información privilegiada. Conozco a Wenuan, he participado en la corrección de sus poemas, hemos crecido juntos como lectores, y hasta compartimos el mismo amor por la fotografía (en mi caso, como hobby, y en el suyo, como profesión). Por eso, prefiero levantarme del escritorio, abandonar la tercera persona, y asumirme como el testigo de una escritura cuyos procesos he conocido bien gracias a nuestras conversaciones a lo largo de doce años de amistad. 

Hay aspectos de este libro, y de su poesía, cuyos orígenes creo vislumbrar en algunas de sus opiniones, y en gestos cuya importancia terminó siendo más grande de lo que pensé. Con esto, no quiero decir que daré explicaciones biográficas concluyentes, ni mucho menos. Estamos condenados a desconocernos entre todos. A lo más, podemos mirarnos como detrás de una persiana. Pero estoy seguro de que estas visiones pueden resultar útiles, o en último caso: curiosas, para quienes deseen hallar las claves de una poesía con tantas interpretaciones como la de Wenuan.

Caminar

Si Huidobro crea un hablante que parece declamar como hechizado, y Baudelaire uno que parece regañar con los puños al viento, el hablante de Preguntas… parece estar siempre caminando: viajando, escribiendo, monologando. El verbo caminar se repite varias veces a lo largo de estos poemas junto con otras palabras como «ir», «venir», «volver» y «el mito de agitar las piernas». Su resistencia a la quietud es un recordatorio del peligro que reviste la comodidad para algunos escritores: la amenaza de convertirse en un personaje demasiado a gusto en sus propios zapatos (alguna vez hablamos largo y tendido sobre este tema: del mito, lamentablemente cierto, de la relación entre creatividad e insatisfacción personal).

Hasta donde recuerdo, Wenuan ya era un poeta caminante cuando vivía en Temuco: un flaneur que paseaba, grabadora en mano, registrando poemas en las esquinas y anotándolos en libretas (siempre andaba con libretas grandes donde escribir versos sin detenerse a cambiar la página): buscando retazos de un espesor histórico en el paisaje o reminiscencias de la memoria colectiva a partir de la observación personal (más de alguna vez lo encontré abstraído en esos procesos, como hipnotizado entre peatones que pasaban ignorantes a su alrededor). Desconozco si Wenuan sigue escribiendo así (hay poemas como Trote por avenida Zungún o Xorxa que parecieran haber sido, al menos, escritos desde la experiencia), pero cada vez que lo llamo por teléfono, es común que lo encuentre caminando, manejando entre Concepción y Chiguayante: urdiendo teorías sobre la marcha, creando un lugar propio desde el viaje: rompiendo amarras con un presente que no se reanuda mientras se vea en movimiento. Por eso, no me sorprende que Wenuan intente recrear esa misma atmósfera en sus poemas para conseguir ese efecto de libertad como hablante, o quizás, para marcar sus diferencias con cierta poesía mapuche demasiado entregada al lugar fijo y a la autoexplotación de sus tópicos y fórmulas.

Complejidad

He escuchado a otros autores calificando a Wenuan de poeta “críptico” o “académico”. La poesía de Wenuan no es directa, es verdad. Pero tampoco es ilegible: deja entrever sus temas sin muchas relecturas (su relación con el origen, sus preguntas históricas, y el trazado de una cartografía personal y colectiva). Creo que este malentendido proviene de la comunidad de interpretación (al decir de Fish) a la que Wenuan pertenece: ya que los escritores indígenas, y los investigadores vinculados a ellos, representan un espectro muy amplio, que va desde las miradas más esencialistas hasta las más modernas. Pero si hay un factor que los une, es el estar escribiendo bajo el peso de la contingencia (llamémosle “conflicto”, “ocupación”, o como el lector desee). Y la historia nos dice que el arte tironeado por las circunstancias carga con la obligación, algo mañosa, de su legibilidad, de su compromiso o su “pureza”. En este sentido, Wenuan es mucho más accesible, digamos, que Celan o Montalbetti: con la diferencia de que es leído bajo circunstancias distintas. Como consecuencia de lo anterior, su alejamiento de la transparencia es un gesto que puede hacerlo interesante para los lectores más espontáneos, pero que también –no cabe duda– ha contribuido a retrasar su reconocimiento. 

Crítica

Luego de un largo día de trabajo, es casi terapéutico oír Wenuan lanzando bravatas contra los poetas mediocres y contra el mundo en general. Durante la presentación del libro, Wenuan lanzó una frase cuyo significado, quizás, pasó desapercibida para el resto de los asistentes: “no consigo darle satisfacción a este fastidio generalizado que siento a veces” declaró, acompañado por una copa de vino. Su afirmación –lapidaria e hilarante– resume muy bien el temple de ánimo de parte de su obra. Y es que Wenuan puede llegar a ser un escritor sumamente crítico, ya sea consigo mismo o con los demás. Este ánimo autoflagelante –presente en ciertas autobiografías contemporáneas– está personificado en su alter ego poético: que puede ser el general de un ejercito disperso, el poeta de memoria fragmentada, y el viajero de una historia que ya no tiene solución (La casa de tu padre, Wenuan piensa en la inutilidad de sus tropas y Para traicionar tu máscara, escribe, son poemas que sirven para entender esta actitud).

Podría decirse que su obra consiste en una serie de elegías a este fracaso colectivo, o que allí predomina, al menos, una actitud elegíaca, de no ser porque existe un elemento crítico y poderoso (y porqué no, también viril) respecto al mundo mapuche con el que dialoga, tal como se puede apreciar en el poema Ay arte indígena…: “te han dado la responsabilidad de la resistencia / y al girar en esa órbita te has vuelto monótono, predecible” (p. 70). Este aspecto es transversal a toda su obra y debería ser más considerado en sus análisis posteriores: los cuales, a mi parecer, se esfuerzan por situarlo en lugares ya conocidos de la etnoliteratura que el mismo Wenuan se esfuerza por combatir.

Lirismo 

Entre el desprestigio de la metáfora, y el predominio de una escritura más objetiva, puede llamar la atención esta insistencia por una poesía que opta, sin vacilaciones, por lo lírico y lo imaginativo (o en palabras más simples: por una poesía poética). Más que explicaciones textuales, lo que tengo –al estilo de Wenuan– son algunas fotografías luminosas, extrañas o sugerentes.

Recuerdo cómo, hace varios años atrás, Wenuan me criticó por ser un escritor demasiado realista: demasiado alejado del tropo y la metáfora. Era la época en que nos mandábamos borradores para criticarlos despiadadamente. Yo le pregunté por qué era malo ser un escritor realista. Él me contestó que esa falta de lirismo era la aceptación de cierto colonialismo cultural: dejarse llevar por modas que terminaban por domesticar al lenguaje, dejándolo como una expresión chata, sin emociones ni fuerza creativa (el poema Gmork es un pequeño manifiesto contra este “lenguaje correcto”). Creo que, en ese entonces, se refería al abuso del realismo sucio y de cierta poesía confesional, aún en boga entre quienes leíamos a poetas en inglés. Y aunque no tomé su consejo al pie de la letra, me sirvió para alejarme de aquella actitud “periodística” que llevó a un punto muerto a varios poetas de mi generación.

En general, creo que Wenuan es de esos escritores que sostienen, no una guerra, pero sí una relación complicada con la mirada realista. Su gusto por poetas como Waldo Rojas y Díaz Casanueva es evidente (sin olvidar a Henri Michaux: su mayor influencia), y también me ha comentado, en más de una ocasión, su apatía por el coloquialismo de los seguidores de Parra. En general, me atrevería a situarlo entre los poetas que, parafraseando a Marcelo Garrido, no conectaron con el abuso de la jerga ni con la limitación de transmitir ideas, sino que entendieron a la poesía, más bien, como una verdadera experiencia del lenguaje

Esta insatisfacción con el material “en bruto” de la realidad, y sus ganas de aplicar variadas técnicas para modificarlo, no sólo está en sus poemas, sino también en sus fotografías. En ellas, hay poca improvisación, street photo o tomas al azar. Por el contrario, Wenuan planifica muy bien sus imágenes: las locaciones, el clima, la hora, el lente, la iluminación y toda la edición necesaria para conseguir aquello que quiere: sin importar que el resultado se aleje de nociones como “espontaneidad” o “realidad”. Ambas expresiones artísticas (la poética y la fotográfica) están emparentadas por esa búsqueda, o suma, de los recursos técnicos y creativos a su disposición. De ahí que su manera de ver el arte –en ambos frentes– esté marcada por esta especie de saturación formal: por su búsqueda obsesiva de medios que se van superponiendo para trastocar la realidad.


Cristian Rodriguez Büchner (Valdivia, 1985). Poeta y narrador. Profesor de lenguaje y Mg. en Literatura Hispanoamericana. Editor y columnista de revistaelipsis.cl. Ha publicado Lluvia de Barro (cuentos, 2012), Caligrafía del Insomnio (poesía, 2017) y 19 poemas (2020). 

Imagen de la cabecera: autorretrato de Wenuan Escalona.