Por Ricardo Herrera Alarcón
Miembro destacado de la cofradía de poetas que solían reunirse en Nueva York 11, Álvaro Ruiz era uno de los más jóvenes, y uno de los cuales fue capaz de escribir una obra autónoma que no acusa influencia del larismo y tampoco de la tradición poética chilena inmediata. Autor de una sólida obra en la que destacan títulos como Dieciocho poemas (1977), A orillas del canal (1982), Es tu cielo azulado (1989), Casa de Barro (1991), La virgen de los tajos (2001), Cola de gallo Poemas (2010), entre otros títulos. Recientemente la editorial Bogavantes publicó su antología El resplandor original, la segunda que se edita sobre su obra luego de Horizonte vertical (2018). Habitante de Punta de Tralca, el poeta sigue viviendo esa semiclandestinidad que ha caracterizado su travesía existencial y poética. Conversamos con él sobre sus influencias literarias, sus viajes por México y Perú, y su cuarentena voluntaria de más de seis años.
Acabas de publicar la antología El resplandor original, y queremos saber qué significa este libro dentro de tu vasta trayectoria literaria.
Una suma redonda de mi obra. Una antología que reúne los más importantes poemas que he escrito. De su significado, poco sé. Es una muestra que abarca cuarenta años de escritura. Al tiempo lo que es del tiempo: sin resultados inmediatos.
Tus influencias deben ir a buscarse entre los románticos ingleses, o por lo menos, en poetas de lenguas extranjeras y siglos pasados. ¿Reconoces alguna filiación con la tradición poética chilena?
Mis primeras lecturas fueron Neruda y Huidobro. Después, Rilke y Hölderlin, y como bien dices, los románticos ingleses, que de románticos tienen poco además del paisaje: los lagos, la vida al ritmo de la naturaleza. Coleridge, Byron, Shelley, Keats, son los primeros malditos antes que surja en la escena el gran Baudelaire, que es otra influencia importante en algún momento de mi escritura. Después, la dupla Verlaine y Rimbaud, y los parnasianos todos y los simbolistas franceses también.
Señalar que cada lectura fue realizada en ediciones bilingües, porque las traducciones muchas veces dejan poco que desear. Es bueno, por último, visualizar el original, por estructuras, ritmos y sonidos.
Reconozco mi filiación con la tradición poética chilena, comenzando con el poeta Pedro Antonio González, Pedro Prado, Humberto Díaz Casanueva, Teófilo Cid, Rolando Cárdenas, Jorge Teillier, etc, etc.
Fuiste un asiduo a Nueva York 11, el mítico bar donde se resistió a la dictadura con literatura, conversación y bohemia. ¿Cómo te gustaría que fuera recordado ese grupo de poetas? ¿Qué valores (literarios y vitales) encarnó esa cofradía?
Como lo que anticipó el vate Teillier: un lugar de leyendas. Yo era menor, de ellos solo aprendí. Fue una escuela rigurosa y culta.
Cuéntanos de tu vida en México, un país que sigue siendo un destino obligado para muchos escritores y poetas chilenos, de antes y de ahora.
Siempre recuerdo a México, como que se me quedó en el corazón: un país generoso, de muchos libros y lecturas y trabajo. Viví en Oaxaca, ahí leí con entusiasmo a los poetas prehispánicos mexicanos, que en buena medida aportaron y nutrieron esa época de mi poesía.
Lo mismo ocurre en mi residencia en el Perú, en Lima: lecturas prehispánicas, costumbres, y fue donde hallé toda la correspondencia de Jorge Teillier a su par peruano Juan Cristóbal. Son más de treinta años de amistad y testimonios literarios que publiqué bajo el sello de Clásicos del Pacífico viviendo allá.
…alguna vez [Neruda] quiso construir una ciudadela del conocimiento, residencias para poetas y científicos, para que intercambiaran puntos de vistas y conversaciones. Un sueño que se lo llevó la dictadura
Sabemos que vives en Punta de Tralca. ¿Cómo es la vida diaria de Alvaro Ruiz en este lugar? ¿Es el mar, como decía Baudelaire, un espacio de adoración para los poetas?
Es quieta, muy cerca del mar. Vecino de Cantalao, la cabaña y tierra de Neruda, donde alguna vez quiso construir una ciudadela del conocimiento, residencias para poetas y científicos, para que intercambiaran puntos de vistas y conversaciones. Un sueño que se lo llevó la dictadura.
Vivo en cuarentena desde hace seis años, desde antes de la pandemia Covid 19, soy experto en no salir y quedarme en el jardín, lo que alterno con la creación y el escritorio, la disciplina y también la celebración.
Fotografía de la cabecera: Patricia Bravo.