Revoloteos (Lectura sobre Motivos, escenas y gorriones, Primera y Segunda entrega)
Motivos, escenas y gorriones. Primera Entrega
Romero Mora-Caimanque
Tortuga Samurái
Temuco, 2021
71 páginas
«Dios es el todo; nosotros las partes»
Vivekananda
¿Qué será de nosotros, Señor, en el último día? Cuando nuestros huesos se vuelvan polvo y cenizas y nuestra piel solo exista en la tinta y palabra. Un destello de esperanza brilla en el corazón del poeta Romero y lo hace desbordarse por amor a su prójimo, por amor a Dios y sus creaciones. Aceptar la fe es el primer paso para la salvación, reconocer la necesidad del Padre para ser el vocero de la redención: «Dichosos los perseguidos por causa de la justicia, porque el reino de los cielos les pertenece» (Mateo 5:10). Señor, este es tu hijo amado, canta a la perfección de tu obra desde las flores y gorriones al ser humano y la metrópolis, y a través de sus ojos captura el bello instante que se fuga. La belleza de la poesía de Romero reside en su simpleza, en la honestidad de sus palabras que sin pretensión glorifican la creación, como el revoloteo de gorriones que se cortejan, he ahí el mandamiento más importante: el sublime acto del amor.
El amor de Cristo es lo que mueve a dar este testimonio, donde la más cotidiana escena está guiada por la voluntad divina, pues “Jesús es el farol ético y moral con el que dirigirme”(Primera entrega, p. 32) La salvación está abierta a toda la humanidad, pues esta es la voz de los de abajo, de los renegados, de aquellos quienes ni siquiera imaginan el inmenso amor de Dios por nosotros. Vemos obrar a Dios en cada escena familiar, haciendo del encuentro humano un rito sagrado, cuya ternura diaria de los amigos, los hermanos y los padres rebozan el corazón de gozo. Ya no necesitamos más plegarias pues el verdadero milagro reside en el diario despertar y ver a tus seres amados: «¡y tú revolver con la cuchara/ la taza de café por las mañanas/ era para mí como oír mil campanadas/ de las más sagradas!» (Segunda entrega, p. 31)
Las luces de la ciudad iluminan la noche del alma. El paisaje citadino se vuelve piel, sangre y uñas y se encarnan en nuestro ser los rostros de la multitud, vehículos, familiares y aves. Donde la urbe cala en lo hondo de la identidad humana, integra a la existencia las partículas de asfalto, junto a la risa de niños jugando en las aceras de las calles y el cotidiano transitar entre las micros. Romero baja al poeta del olimpo y lo sitúa en la realidad, estrellándolo suavemente contra el pavimento, tal como lo haría en el pasado James Joyce con Ulysses, pero sin caer en la decadencia de la vulgaridad. Sutil y cuidando cada palabra, el poeta va más allá de la simple desmitificación del artista y reconoce poesía en la voz de los despreciados por su origen callejero, los llamados raperos, cobrando fuerza en su prolongado elogio, para recordarnos que el origen de la poesía es musical y de los pueblos. No hay diferencia entre el rap y la poesía, porque estos poetas son los nuevos aedos griegos, su canto es la épica del ser humano contemporáneo quién vive la odisea urbana. Pues “el arte vive en el hip-hop./ Se hicieron el derecho de ser la voz./Se hicieron el derecho de ser portavoces” (Segunda entrega, p. 50)
Por otro lado, la voz de Romero nos da ecos de nostalgia, tal como lo haría Jorge Teillier con su país del nunca jamás, volviendo a nuestra primera infancia, donde «la realidad hecha pompas de jabón/voló de retorno al país de la pureza» (Muertes y Maravillas, 1971). El pasado es un refugio ante la incertidumbre del presente, y en las palabras del poeta vemos cómo las sombras del ayer cobran vida. Es así como imágenes vívidas de un pasado remoto conducen éstá sinfonía inconclusa, descubrir el mundo a través de los ojos de los niños, desde el auténtico asombro, anonadamiento y el anhelo de un hogar que fluye como precioso caudal que se desvanece. El presente es un naufragio, el abandono de ese tiempo perdido que se escapa entre los dedos nos deja a la deriva, pues «hay temporadas de cruda soledad»(Segunda entrega, p. 26) cuando crecemos, la adultez nos arrojó a un mundo incomprensible que nos causa desasosiego. Señor, devuélvenos al útero, a la matriz de la vida, para volver a vivir tiernamente tus caricias desde el vientre.
La palabra es una semilla que germina y florece, fecundo alimento espiritual, palabra viva que abre surcos en el alma del poeta «que sin dañar daña/ abre las grietas del mundo/ y semillas para flores, ahora y mañana» (Segunda entrega, p. 45), donde la poesía y la literatura son el fruto excelso del espíritu humano. Pues el poeta es un labrador espiritual y mueve el arado de nuestro interior. El poema es entonces, la flor entre el pantano, la luz entre las tinieblas y la adversidad, porque no necesitamos todo el oro del mundo para poder disfrutar del verdadero arte «un abrazo, una mirada tierna, cómplice/ satírica, llantos, recuerdos, nada más» (Segunda entrega, p. 77) cuyo contacto humano y la calidez del corazón es dónde está la más grande revolución.
Palabras de sabiduría brotan de la boca del poeta, porque el recto camino guía sus andanzas, y desde el más solemne respeto canta al pueblo mapuche y la tierra, siendo canal divino de su lucha, caída y renacer, porque los mapuche no somos una leyenda, sino una realidad histórica que exige justicia. La precarización y guerra contra el mapuche puede vislumbrarse en «Vivían en el sur del mundo» dónde chilenos y argentinos masacraron a sus hermanos para usurpar sus tierras y su identidad: «llegaron a hacer guerra y esta vez estas personas/ de otra sangre traían armas/ que disparaban muchas balas/ y los Mapuche al ver que su gente moría por montones,/ obligados, parlamentaron»(Primera entrega, p. 44).
Por otra parte, desde la más profunda humildad y modestia, se nos revela un encuentro místico, o más bien, una manifestación espiritual que ante los ojos de los insensatos parece ser inexistente, pero que se logra ver con los ojos del alma. El poeta sabía que iba a un encuentro fuera de este mundo, sin importar el lugar, el momento o las personas, porque ese día conocería a Dios, y frente a este encuentro se quiebra y le entrega su vulnerabilidad, su amor y sus lágrimas: “Y ahí estaba yo, llorando./ Ya no intentaba comprender nada./ Se abría mi corazón” (Segunda entrega, p. 85) Más que un relato mesiánico, nos expone las fibras internas del ser humano y su necesidad de sentido, una lucha contra el sentimiento del desarraigo. Por eso, el encuentro con Dios no es al azar, es una ventana de esperanza para ser llamados al infinito amor de Cristo, entidad en la que encontramos refugio y nos entrega una existencia plena. La comunión con Dios la encontramos en “Una oración nueva y/un llanto nuevo, recién nacido” (Segunda entrega, p. 87) dando consuelo a las inquietudes y dolencias del espíritu.
Finalmente, con mis palabras no hago más que direccionar lo que Romero declara como arte poética: «se escribe por amor» (Primera entrega, p. 26). Palpitante y rebosando de emoción quedó mi corazón con la dulzura de sus palabras, con lo analgésico de cada letra. La poesía es un don divino que se entrega desinteresadamente, no para vanagloriarse, sino para romper el hielo en tu interior y derretir tu corazón en un tierno abrazo, para decirte que no estás solo. Que el verso sea una llama encendida para iluminar las tinieblas del mundo, la poesía de Romero es como el beso tierno de una madre que te cobija antes de dormir, sobre nuestros ojos que llevan el recuerdo de la infancia, sentimos la caricia protectora de Dios en cada manifestación de amor filial, fraternal y la naturaleza.
Selección de poemas
9. Amor
Se escribe por amor.
Por dejar registro de errores y hazañas propias.
Errores míos para que tú no los repitas
o para que si los repites
no sientas que eres el único que los repite.
Para que escuches cómo siente el sentir
otro con tus mismas marcas.
O para que conozcas otras marcas
que podrían desafiarte a ser mejor persona, de valía.
Por eso debe escribirse con el corazón
y debe pulirse la escritura.
A veces se sufre por inseguridades propias.
No le hagas tanto caso a Bukowski cuando dice eso
de que no se está preparado si debes
mostrarle tus escritos a los demás.
A veces mostrarte y oír qué ven en tus textos te permite
-¡al fin!- ver lo que tú no logras ver en tus textos,
porque ciertamente uno ve en los textos propios:
exceso de palabras y hasta cero contenido,
y en realidad hay algo ahí que dejas para otro.
Algo que otro, un inesperado/inusual otro,
entiende y comprende, y hasta agradece
que te hayas tomado el tiempo de escribirlo y decirlo.
¿Y tú mismo acaso
no agradeces lo que tantos otros han dejado aquí?
La literatura está llena de seres humanos
con defectos y virtudes como los poemas,
y pese a las locuras juveniles o tardías
que todos pueden señalar,
hay dulzura y lealtad, y amistad genuina,
que son de las cosas más importantes de este mundo.
Seas quien seas puedes escribir.
Todos pueden escribir,
pero hay que cuidar lo que se dice
y lo que se hace y cómo se es en el día a día.
No es bueno ver todo mal
y no es bueno ver todo de colores.
No es bueno adaptarse al molde que lo crítica todo.
Es tan hermoso amar sin preocupaciones.
No hay que ser otro que contamine y juzgue todo
y en todo declare error y horror.
Es bueno recordar que, pese a todo,
en tu capa más profunda, estás escribiendo por amor.
Es que te tomas el tiempo para contar y contarte,
y escribir para que otros encuentren belleza
donde tú la viste, y donde a veces no creíste hallarla
y sin embargo a ella llegaste gracias
a este ejercicio que es la literatura.
Por eso los escritos negros tocan nuestra alma,
puesto que hablan de un transitar común y humano,
y que es inevitable para todos, y que necesitamos decir.
Por eso lo blanco también nos llama, porque la pureza
es algo que en el fondo anhelamos igual.
Se escribe por amor, con fuerza o cansancio.
Con detalles o con desbordes.
Se escribe por amor, aunque no lo veas aún,
escribes porque amas a otros.
Y tal vez nunca dirás todo lo que debes decir:
por eso existe el Paraíso, por eso vuelves a la hoja,
para agregar notas al pie respecto
de lo que te va pareciendo la vida,
siempre cambiante y ofreciéndonos
nuevos asombrosos elementos: cotidianos o rupturistas.
11. Jesucristo – encuentro 1
1
Yo te había sacado de la raíz de mi corazón.
Tú estabas más que muerto para mí.
Tú no tenías sentido, no tenías ningún sentido
para verdaderamente existir.
Esas imágenes, esas historias eran falsas, más que falsas.
Nadie podía creer menos que yo.
Nadie podría haber danzado más fuerte
la danza del «Cristo no existe».
Yo había matado en tu nombre
cualquier modo de comprender
el Bien a tu manera,
y yo había matado tu modo de comprender el Mal.
Yo sabía de lo que hablaba al negarte.
Había roto toda cadena que a ti diez mil veces nos ata.
Y, pese a aquello, estando en mil tormentas,
en tu gran silencio te me cruzaste, y dijiste: ven.
Tembló mi alma ante tu cruz.
Y miré a la Historia llena de tu nombre y tu sangre.
Recordé tu corona de espina, nuevamente coronándote.
Y tu legado era amar.
¿Qué es el amor entre tanto dolor?
Te interrogué de inmediato con toda la seriedad.
Tú me conoces mejor que nadie.
No hay nada de mi vida que no hayas visto.
Conoces mi interior y los caminos.
¿Qué te llevó a cruzarte así en mi vida?
La gracia…
¿Y qué misterios marcas por los siglos de los siglos?
El amor, el perdón…
Agregaste: no importa lo que digan. Sigue.
Y a mí, que había dejado de practicar la fe,
me parecía tan extraña tu manera de hablar:
que lo que nadie haría por mí,
sería -por fe- caminos nuevos.
Sólo entreveo tu voluntad.
Y solo entreveo muy nublosamente mi futuro.
¿Aquí la Fe? Sí, la fe…
Entonces, comencé,
y fui armado y armándome para creer.
Y te creo, sabes, te creo,
te creo, te leo y te creo.
Le creo a tu cruz, le creo a tu muerte
y a tu resurrección.
Le creo a tu poder, y le creo a tu Palabra,
que yo leí influenciado por lo que otros dijeron de ti,
y que ahora leo ante tu presencia más cercana,
más humana.
2
Y creí, pero entonces algunas veces ya no te veía
tan cerca, y aunque te intuía en el volar de las palomas,
pasaba momentos aterrado, alejándome de tu voz.
No tenía descanso por las noches.
Pero tu iglesia me afirmó.
Sombras oscuras en el horror me abrazaron.
Las pesadillas con su negra mano
acariciaron mi rostro, mi cuerpo, mi mente.
Y tu iglesia pentecostal, esa comunidad de hermanos
y hermanas me afirmó
y me quitó el terror nocturno;
no puedo mentir si doy testimonio.
Te intuí entonces más fuerte en los atardeceres
y hasta en los pasajes de los libros
te encontraba… yo entonces decía:
este autor escribió así movido
y amparado por su fe en Cristo.
¡Qué maravilloso! Jamás había entendido eso.
Ahora,
creo en ti, y cargo el peso de mi espíritu a andar
en tus caminos y voluntades.
Sólo eso hago.
Jesús es el farol ético y moral con el que dirigirme.
Así me encuentro en ti buscando conciliar
los sueños y las apuestas.
Y ahora me encuentro nuevamente buscando autores,
encontrando versos para haber si me atrevo
a hacer un nuevo poema sobre ti,
jugándome por hacer buena literatura
pese a todo lo escrito.
3
La vida está más allá de lo escrito en los libros,
es todo lo que puedo añadir,
y que se haga su voluntad
no la mía.
14. Vivían en el Sur del Mundo
Vivían en el Sur del mundo un Pueblo llamado Mapuche
y Mapuche significa gente de la tierra.
Y un día llegó gente desde el norte, y entonces
hicieron guerra, y murieron muchos Mapuche
y murieron mucha de la gente que vino desde el norte.
Entonces, los Mapuche defendieron sus territorios,
y otros Mapuche perdieron sus territorios,
y en este tiempo algunos Mapuche
atacaron a sus propios hermanos Mapuche.
Y entonces los Mapuche
y los de otra sangre parlamentaron,
y se acabó la guerra,
quedándose los de otra sangre con mucha tierra
en que antes vivían los Mapuche,
pero ahora vivían en relativa paz.
Muchos Mapuche quedaron al norte del nuevo país,
en lo que se llamó “Pueblos de Indios”,
y otros quedaron en un territorio más extenso,
independientes al sur del río Bio-Bío
y también al oriente de la cordillera,
hasta el ahora Mar Atlántico.
Entonces, los de otra sangre,
fundaron ciudades, crearon leyes, y alabaron a su Dios,
y al hijo de su Dios: Jesucristo.
Y llegó la palabra de su Dios,
en otros idiomas y en la biblia,
y así misioneros aprendieron el idioma Mapuche
y así predicaron.
Y aun así hubo injusticia, dolor y sangre
cuando los de otros pueblos entraron
a los territorios del pueblo Mapuche.
Y así, estas gentes, los Mapuche y los de otra sangre,
comenzaron a convivir en el Sur del Mundo.
Hicieron comercio, se unieron sus familias.
Y así se fueron mezclando los Mapuche
y los de otra sangre,
y entonces se fundaron más ciudades.
Y los de otra sangre, construyeron iglesias,
caminos, escuelas, edificios,
y los Mapuche levantaron ruka-casas,
cosecharon la tierra, hicieron su arte en plata,
en greda, en narraciones, y criaron ganado,
e hicieron nuevos sembradíos.
Y así muchos Mapuche se hicieron
grandes señores de sus territorios que conservaron.
Entonces, tuvieron muchos animales
y tierras los Mapuche,
y algunos de ellos se comenzaron a educar cada vez más
en la creencia y en la educación de los de otra sangre;
entonces fueron a colegios de los de otra sangre,
y aprendieron sus costumbres y conocieron
su historia, su idioma y su fe.
Y siguieron amándose los hombres
y las mujeres de cada pueblo.
Y los de otra sangre hicieron un país
que llamaron Chile,y un país que llamaron Argentina,
y al principio se respetaron las autoridades chilenas
y las autoridades argentinas y las autoridades Mapuche.
Pero, entonces, un día nuevamente
llegaron al territorio Mapuche
los chilenos y los argentinos,
llegaron a hacer guerra y esta vez estas personas
de otra sangre traían armas
que disparaban muchas balas,
y los Mapuche al ver que su gente moría por montones,
obligados, parlamentaron.
Entonces, a los Mapuche
les dieron pequeños territorios,
llamados reducciones y cada reducción tuvo un título,
y también fueron mezclados los Mapuche
de un territorio con los Mapuche de otro territorio,
y otros muchos quedaron sin tierra.
Y en las antiguas tierras Mapuche
se instaló gente de otra sangre a vivir.
Y también entonces muchas familias Mapuche
fueron tomadas como prisioneras y esclavas
y les llevaron a las grandes ciudades
de estos países y les repartieron
en casas de gente con dinero,
y a muchas familias Mapuche les quitaron sus hijos
(como también más adelante volvería a suceder…).
Y entonces los Mapuche
fueron fuertemente discriminados por ser Mapuche
y fueron golpeados, y humillados
y se les prohibió hablar su lenguaje,
y así muchos-muchos fueron alejados
-por miedo, con dolor- de su origen Mapuche.
Y en sus antiguas tierras se levantaron
más nuevas ciudades.
Entonces comenzó el Pueblo Mapuche
a vivir una época posterior a esta última guerra,
y muchos de los que conservaron su territorio
se mantuvieron firme en él, pero a otros
la necesidad les llevó a marcharse de sus territorios,
y así ahora nuevos Mapuche quedaron viviendo
en las nuevas grandes ciudades, y siguieron juntándose
y amándose con gentes de otros pueblos.
Y, entonces, ocurrió que muchos de los hijos
de este pueblo se olvidaron de su raíz Mapuche.
Pero también muchos Mapuche
se quedaron en sus tierras,
y siguieron siendo Gente de la Tierra,
y siguieron caminando los cerros,
mirando el gran cielo, conservando su idioma,
y se hicieron rogativas a Ngünechen.
Y en su gran mayoría vivieron mucha pobreza,
y los que se fueron también vivieron mucha pobreza,
y los que se quedaron trabajaron la tierra
y los que se fueron trabajaron en las ciudades
para prosperar. Y muchos prosperarían.
Sería muy duro y difícil, pero prosperarían.
Si parece que el cielo los resguardara
con especial cuidado.
Pero entonces, cuentan, algunos de los hijos de los hijos
de los antiguos Mapuche,
tuvieron sueños, sueños con señales que les hablaban
de su pasado como Mapuche, sueños con señales
que hablaban de lo antiguo de su pueblo.
Y entonces quizá en su corazón vislumbraron que el lazo
que los une con su Raíz Mapuche es trascendente
e incondicional, y que sus antepasados
no olvidaron a ninguno de sus hijos,
y que los seres de la naturaleza no los habían olvidado,
y así la naturaleza y los antepasados aún los llaman.
Y otros quizá aún no comprenden
el significado de sus sueños.
Y los de otra sangre que llegaron al territorio Mapuche
construyeron caminos, y plantaron nuevos árboles,
pinos y eucaliptos que secan la tierra, y así
las aves ya no tuvieron donde hacer sus nidos,
y no tuvieron las aves donde llevar las semillas
de los árboles de origen milenario, y así las aves
sufrieron porque morían sus amigos árboles,
y ellos no le podían ayudar.
Y los de otra sangre hicieron grandes vertederos
en tierras Mapuche.
Y todo mal proyecto pasa por sus tierras…
Y además los de otra sangre trajeron grandes barcos
con lo que comenzaron a sacar todos los peces del mar,
y pusieron también grandes generadores de energía
en los ríos, y los ríos entonces se secaron.
Y se cuenta que los espíritus protectores-ngen
que habitaban en aquellos ríos debieron marcharse.
Y, los de otra sangre, para llevarse lo que extraían
sin mediciones, trajeron: aviones, helicópteros,
más carreteras y mucha maquinaria y transporte.
Y, además, trajeron gente armada para sobreproteger
todo lo que se llevaban del antiguo territorio Mapuche.
Porque también algunos Mapuche decidieron
defender sus territorios
de lo que consideraron una violenta usurpación.
En el sur del mundo sobrevivió
un pueblo llamado Mapuche.
Un Pueblo que tiene autoridades propias:
un pueblo que tiene machi que sanan
un pueblo que tiene longko que guían
un pueblo que tiene Mapuche que respetan la Vida,
porque todos los Mapuche se caracterizan
por amar y respetar la naturaleza,
y se esfuerzan por convivir con ella.
Y están esparcidos en muchos territorios distintos.
Y saben muchas, muchas cosas más,
en una sólida sabiduría que ha sido transmitida a través
de lo que se conoce como tradición oral.
Y hoy en día, hace ya muchas décadas,
también hay muchos dirigentes y autoridades
en distintas instituciones, civiles o autónomas.
Vivían en el Sur del mundo un Pueblo llamado Mapuche
su lenguaje es el Mapudungun, y dejaron dicho
sus antepasados, que es el lenguaje de la tierra,
y que no deben dejar que se pierda su idioma.
Vivían en el Sur del mundo un Pueblo llamado Mapuche
creían en sus antepasados que viven en la tierra de arriba
y en espíritus de sus antepasados que renacerán
en las mismas familias. Espíritus que envía Chaw Dios,
pues él hace machi a los machi, y longko a los longko,
y a cada uno da sus dones.
Vivían en el Sur del mundo un Pueblo llamado Mapuche
y hace unas pocas décadas,
se levantaron guerreros llamados
-en mapudungun- weychafe.
Y corrieron por las carreteras, sonando las botas
y zapatos en el cemento húmedo de rocío por la mañana,
y transpiró su cuerpo, y salía aliento en vapor
por sus bocas y sus chaquetas les pesaron,
y, sólo ellos saben qué pensamientos pasaron
por su mente, quizá se vieron pobres,
humildes, orgullosos, sedientos de justicia,
y se miraron las manos morenas,
y se reconocieron nueva y fuertemente Mapuche
y se sacaron sus chaquetas -que les pesaron-
mientras corrían, y cayeron de rodillas
y oraron, y rogaron buscando respuestas en el cielo.
Y ardió fuego en las carreteras, y se hizo resistencia,
y murió gente Mapuche y murió gente de otra sangre,
y hubo longko presos, y machi preso,
y weychafe presos y Mapuche presos.
Y las aves sufrieron y los Mapuche y los de otras sangres
sufrieron, y el bosque sufrió y las plantas sufrieron,
y todos los seres del Azul, sufrieron.
Vivían en el Sur del mundo un Pueblo llamado Mapuche
y muchos están reconstruyendo su creencia antigua.
Algunos, creían en Chaw Ngünechen,
que da la fecundidad de la vida.
Y que es el mismo Dios de todas las religiones del mundo,
sólo que para algunos tiene un nombre
y para otros tiene otro nombre.
Y otros no creían de este modo en Dios,
y plantean un nuevo modo de entender a Dios.
Y en el cielo está antü-el sol, las estrellas-wangülen,
el lucero-wüñelfe y küyen-la luna.
Que es lo que todos vemos que hay en el cielo
cuando miramos el cielo.
Y estos seres del cielo estarían constituidos
de cuatro seres espirituales, el joven, la doncella,
el anciano, y la anciana. Y otros no creen así.
Y unos Mapuche creen en Jesucristo,
en el Espíritu Santo, en Jehová, en la Virgen María
y otros Mapuche no creen así.
Y así conforman un pueblo muy complejo
por su extensión y cantidad (¡Son casi dos millones!)
y por las particularidades de sus distintos territorios
y por su espiritualidad y por sus creencias.
Y qué decir de su sorprendente medicina:
su abundante conocimiento de lo medicinal
que está en toda las formas de vida de la tierra.
Vivían en el Sur del mundo un Pueblo llamado Mapuche
eran respetuosos, afectuosos, inteligentes y tiernos,
y a veces les sorprendía, alegraba, inquietaba
que la gente de otros lugares hablara de ellos.
Vivían en el Sur del mundo un Pueblo llamado Mapuche
convivían con otros pueblos, el chileno, el argentino,
con extranjeros y migrantes que desde lejos llegaron:
venezolanos, ecuatorianos, bolivianos, haitianos.
Y a veces esta gente que llega de otras tierras,
tiene raíces en esta tierra, pero no se acuerda,
y a veces un día, una noche, se acuerda.
Vivían en el Sur del mundo un Pueblo llamado Mapuche
celebrando ceremonias en que agradecen
la fecundidad del mar y de las aguas,
de la tierra, la semilla y el animal.
Vivían en el Sur del mundo un Pueblo llamado Mapuche
en sus corazones se conserva el anhelo
de un modo de vida muy antiguo,
que muchos aún celebran y respetan y recuerdan
honrando a sus antepasados y a sus tradiciones,
que son canciones, cuentos, bailes,
ceremonias e historias muy muy antiguas.
Vivían en el Sur del mundo un Pueblo llamado Mapuche
sus hijos e hijas trabajan la tierra.
Anhelan, conocen, rechazan y absorben la modernidad.
Y estudian, escriben, danzan, cantan, hacen teatro,
navegan por internet, invierten, protestan, reflexionan.
Y algunos vuelven a aprender el mapudungun,
y ayudan -con profunda convicción- a revitalizarlo.
Y a veces escuchan a las aves,
observan las plantas, la tierra, los cielos, las estrellas,
esperando -quizá- volver en su lenguaje antiguo
a comprenderse en ellos y en la Vida.
Y hoy llegan enfermedades nuevas
e ideas nuevas venidas de lejos,
pero sus autoridades procuran
que se conserven sus valores: el yamuwün,
que significa que el respeto es hacia todos y entre todos.
Y andan en micro por la avenida repleta de autos,
o están sentados en una banca en una plaza
meditando, divagando o agradeciendo a la vida.
Vivían en el sur del mundo un pueblo llamado Mapuche,
todavía tienen pewma-sueños,
y conversan para interpretarlos.
Viven en el Sur del Mundo un Pueblo llamado Mapuche
junto a gente de Otros Pueblos,
y a veces algunas de estas gentes lloran recordando
sus raíces antiguas, pero ese llanto los limpia y renueva,
y les permite seguir creciendo amando la Vida, Mongen.
Vivían en el Sur del mundo un Pueblo llamado Mapuche
y aún viven, y así nacen hijos nuevamente,
hijos Mapuche, pequeña nueva gente de la tierra,
que nacen nuevamente amando la Vida,
y Mongen, la vida -el Misterio-, y la vida en los cielos
y Ngünechen los ama a ellos.
Vivían en el Sur del mundo un Pueblo llamado Mapuche
y ahora unos viven en Puerto Montt, otros en Chiloé,
en Valdivia, Osorno…
y por los caminos hacia el mar,
y por los caminos hacia la cordillera
y cerca y en las ciudades,
por todas partes hay gente Mapuche,
en Galvarino, en Puerto Saavedra, en Icalma,
en San José de la Mariquina, en Queule,
en Ñuñoa, en Toltén, en Quilicura, en el Alto Biobío,
en Puente Alto, Renca, la Cisterna, Rancagua, Vicuña,
Coquimbo, Antofagasta, Calama, Arica, y en otros países,
y en muchos, muchos lugares más.
Vivían en el Sur del mundo un Pueblo llamado Mapuche
y esta es sólo una parte de su historia.
Morgana Drakaina. Nacida en Viña del mar (1995) y actual residencia en Villarrica. Es Profesora de Castellano y Comunicación y Licenciada en Literatura Hispanoamericana por la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso. Ha publicado Maníaca (2021, Editorial Tortuga Samurái) una serie de poemas sobre el trastorno afectivo bipolar. Koyawtufe del Wallmapu, ha publicado diversos poemas de índole político y social en distintas revistas de literatura de la región. Participante del primer taller de proyectos escriturales (2021) dictado por la Revista Elipsis de Temuco.
Imagen de la cabecera: Paul Serusier – Mujeres bretonas en la arboleda sagrada (1892).