Me llené la boca de luz derramada hacia dentro
Como la liquida flor de un sueño.
Paladear el deseo sabe a naufragios
A piedras mojadas
A oscuro océano
Latitud trémula entre los labios
Hay cierta fragilidad perversa en el gesto
De lamer los peces del fuego
Una especie de universo afiebrado sobre mi lengua
Perdí la infinitud de mi sombra
En el segundo exacto
De tu humedad.
Mi Pequeña Muerte tiene
El palpito azul
De las flores al amanecer
Humedad brumosa
Que se repliega hasta la última raíz
Ahí donde el latido profundo de tu nombre
Crea el universo en la memoria de la piel
Su pulso invisible me repite
En la sudorosa combustión de los espejos
Y somos uno, solo uno
En el gemido último de la noche
Tan solo sé
Que las esquinas del mundo
Se estrechan en tu mirada
Ven a mí, profundo, intenso
Pon tu lengua en la ruta de mi ombligo
Has de mí
Una patria azulada de estremecimientos
Donde el sortilegio de tus manos
Fragüe la noche y sus dominios
Tu sexo era mi naufragio
Un palpitar ultra oceánico
Derramando peces dentro de mi boca
¿De que «tantos» se hace el amor?
¿De cuantos fríos pasajeros?
¿De cuantas certezas desnudas?
¿De cuantas mariposas asomadas?
Confieso que lo mío es una exaltación
Entre el asombro y el miedo
El desborde precipitado
La frontera eclipsada
Humedad en plena combustión
Cuando la vértebra extendida
Hace camino al exterminio
En el último gesto.
Espejos empañados en el latido
Agrietándose hacia adentro
Toda esa humosa realidad y sus bellas precariedades
Como sustancia no nombrada más allá de lo tangible
No creo en las mentiras de la mariposas
Ellas aletean la verdad de los amantes extraviados
Yo amé en el desierto la desfloración
De una niña pez
Una semilla de amapola
Queriendo volverse pájaro
Sumergidas las horas en el recuerdo
Las cenizas de libros no leídos
Replegaron mar adentro los relojes
Hubo entonces regresos sin cicatrices
Que cerraron y abrieron círculos
En aterradora consecución de sueños
Hasta que el milagro de lo inevitable
Nos dibujó de pronto en la oquedad de un beso.
Hubo silencios compartidos después de cada ceniza
Cuanto espejo repetido sin nombres
Cuanto volver a empezar aquello que no termina
Dando vida y muerte en un sólo gesto.
Ahora que la niña ya no es pez sino pájaro
Respirando los propios naufragios
Aún pregunta.
¿Es el amor una mariposa infame en la geografía de la ausencia?
¿O es ella el secreto de los amantes extraviados
Cuando amar se vuelve gesto vencido en la memoria?
En el gesto tibio de la piel solo respiro mar adentro
Oceánico temblor el que nos nombra.
La piel sigue en toda la extensión de la caricia
Pezones apuntando el cielo dentro de tu boca.
Soy tantas soledades que puedo ser multitud
Nada es silencio en esta mudez
Círculos concéntricos
Pulsando desde adentro
Todos mis abismos.
El amor trae consigo el presagio de la precariedad
Tanto lugares comunes y sueños
Tiernas resistencias y caminos
Cajita de plata sin Pandora
En esta noche y sus extravíos
El corazón parece perdido
En un manojo de llaves sin cerraduras
Sobre el asfalto se puede oler el mar
En cada esquina lo inevitable
María José Rivera Oyarce, Poeta nacida en Chuquicamata 31 de Enero 1978 y radicada en el Puerto de Coquimbo, Abogada en Violencia de Género. Publicaciones: Versos Entre Cuadernos, Ediciones Universidad Católica del Norte, Coquimbo Chile (2000); A Confesión de Parte, Escuela de Derecho, Ediciones Universidad Católica del Norte, Coquimbo Chile (2001) Mensajes Entre Líneas, Ediciones Universidad Católica del Norte, Coquimbo Chile (2002); Poemas para Neruda En el Centenario de Su Nacimiento, SECH Filial Concepción Chile (2004); Poetas del Desierto, Antología Norte de Chile, Cáfila Ediciones, Copiapó Chile (2004); Poetas del Desierto, Antología Norte de Chile, Antofagasta, Pentagrama Ediciones Chile (2005); Albricias, Poesía Femenina Contemporánea del Valle de Elqui, La Serena, Chile (2011) Eva y su Cuaderno de Gestos, Messajes Editorial, Santiago Chile (2014), entre otras.